MADRID 8 Nov. (OTR/PRESS) -
Tengo que confesarlo: nunca me he fiado demasiado de José Montilla. Ni cuando era alcalde, ni cuando ministro (menuda la armó con lo de la OPA a Endesa) ni, menos, ahora, como president de la Generalitat. Llegó a este puesto, el máximo al que puede aspirar un catalán que se ocupa en política, máxime si es de origen cordobés, traicionando la voluntad de su jefe político, Zapatero. Lo que demuestra que no hay que confiar en él más allá de lo estrictamente imprescindible. Lo que pasa es que Z todo lo tapa con una sonrisa, como si no hubiera pasado nada. Y sí ha pasado: la nueva edición del tripartito ha puesto a Cataluña en una situación difícil ante sí misma y ante el resto de España.
Acudí a escuchar a Montilla al foro Nueva Economía, repleto de periodistas catalanes, de empresarios madrileños y de correligionarios del PSC. Debo admitir que, aun no siendo santo de mi devoción -seguro que el lector ya lo habrá notado--, Montilla es político hábil y que carece del sentido renacentista suficiente como para esconder su pensamiento. Por eso dijo cosas como que para él lo más importante es el restablecimiento de la normalidad en los trenes de cercanías, primando esto sobre la llegada del AVE. O, más importante, que Cataluña corre el riesgo de contraer una "desafección emocional hacia España" (así lo dijo, en lo que supongo que fue un lapsus, porque sin duda quiso decir "hacia el resto de España").
El aún reciente president de la Generalitat acudió al foro madrileño a defender 'lo suyo', es decir, Cataluña. Atrás quedaron los tiempos en los que se desempeñaba, bastante mal por cierto, como ministro de Industria. Pero hay que valorar la advertencia lanzada desde su atalaya: hay que normalizar cuanto antes las relaciones entre Cataluña y Madrid. Es un viaje de ida y vuelta, pero Montilla lo presenta solamente como de ida, y, por supuesto, sin asumir su parte de culpa a la hora de que la falta de normalidad esté siendo la tónica; al fin y al cabo, al nacionalismo catalán lo ha radicalizado la ruptura de algunas promesas hechas en La Moncloa (una ruptura con la que no poco tuvieron que ver las maniobras del llamado 'montillazo'). Acaso estemos obligados a darle la réplica y recordarle las muchas cosas que él tiene aún que hacer para aproximar a Madrid y Barcelona. Pero de esto, de sus cesiones ante Esquerra, de sus desplantes a los 'socios'del PSOE, Montilla no dijo ni una palabra a su paso 'institucional' por Madrid.