Actualizado 18/10/2007 02:00

Fernando Jáuregui.- El discurso (algo pedestre) de siempre

MADRID 18 Oct. (OTR/PRESS) -

Temo que, cuando se van acercando las elecciones, el discurso político oficial (y oficioso) se vuelva cada día más pedestre, menos sofisticado, más de sal gorda y sutileza flaca. Lo digo tras haber asistido a unos de esos multitudinarios desayunos organizados por el Foro Europa Press en torno, esta vez, al 'número dos' del PSOE, su secretario de Organización, José Blanco. A la misma hora, en un hotel cercano, el encargado de redactar el programa electoral del Partido Popular, Juan Costa, protagonizaba otro de estos desayunos, temo que con más de lo mismo: nula autocrítica, mucho autobombo, depositar todas las culpas en el adversario y definir muy pocas ideas como oferta al electorado ante los comicios de marzo.

Es decir: estamos ante una precampaña electoral típica, aunque esta vez vaya a usarse y abusarse de Internet, de los vídeos -munición, de los blogs -escritos siempre, claro, por el subordinado político-, del marketing viral, etc. Pero los mensajes de fondo intuyo que van a ser los mismos y que ninguno de los dos grandes partidos nacionales va a rozar siquiera la tentación de proponernos soluciones para esas cuestiones que están lastrando la credibilidad de los ciudadanos en su clase política y, lo que es peor, en la cosa pública.

Así, ninguna de las dos grandes formaciones, empeñadas en una pelea sorda que se pretende sustraer al conocimiento de los ciudadanos, parece tener el valor de reconocer la gravedad de la crisis institucional que evidencia la situación que se vive en el interior del Tribunal Constitucional, máximo órgano decisorio tras el cual no cabe apelación alguna. O en el Consejo del Poder Judicial. O lo antinatural de tantos pactos postelectorales suscritos tras las pasadas elecciones municipales y autonómicas. O la falta de conexión de muchos artículos de la Constitución con la actual coyuntura que se vive en España: parece poco razonable que algunos quieran adecuar la Constitución al Estatut de Catalunya cuando, lógicamente, debería ser al revés.

Tuve ocasión de preguntarle a Blanco si, para acometer todas estas reformas de calado y llegar a una serie de pactos temporales necesarios en muchas materias -política exterior, inmigración, lucha contra el terrorismo-, no sería bueno ir pensando, en función de los resultados electorales, en un acuerdo de amplio espectro entre socialistas y populares, pudiéndose llegar, incluso, a establecer un periodo de gobierno de gran coalición entre ambos. Al fin y al cabo, los alemanes lo han hecho y nadie se ha rasgado las vestiduras ni ha puesto el grito en el cielo hablando de 'estado de emergencia nacional', ni demasías parecidas. Y no parece irles del todo mal con esta salida, que evidenció una buena dosis de generosidad y realismo por parte del CDU, del PSD y del cuerpo político y social germano.

Ni siquiera recibí respuesta a esta curiosidad. ¿Será que plantearla siquiera es querer volar demasiado alto?

Fernando Jáuregui.

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