MADRID 15 Mar. (OTR/PRESS) -
Puede que, como decía aquella inolvidable película, el mundo esté loco, loco, loco. Para mí, eso es demasiado abarcar, en todo caso. Porque el panorama nacional, ya suficientemente absorbente de la atención de cualquier periodista, nos advierte por su cuenta de que España, la España oficial y oficiosa, que no es la real, está loca, loca, loca. De remate. De atar.
Así, que el president Montilla apoye la insigne bobada de Carod Rovira, pidiendo en Lausanne una especie de olimpiada de países sin Estado, demuestra en qué parámetros teóricos se mueve el nuevo Govern tripartito catalán, muy callado hasta ahora. Que la Junta de Extremadura respalde, como muestra de respeto a la libertad de creación artística, el zafio libro mezclando pornografía con escenas bíblicas, es una señal más de ese empecinamiento que hace buena la frase de que los dioses, cuando quieren perder a los hombres, primero los ciegan. Esperemos alguna reacción puntual de signo algo más alentador en ambos casos, dispares pero unidos en el dislate. Por ejemplo, con alguna reprimenda pública, en el caso del president al vicepresident (improbable). Y con algún cese, como el del consejero de Cultura extremeño, en el caso del libro pornográfico para escolares (medida también improbable, aunque al final vaya a ser inevitable).
Lo que no está nada claro es que en espectros más generales, menos localizados, de ámbito más nacional, se vayan a reconducir las cosas. Ahí están esas dos manifestaciones previstas para este sábado: la una, en protesta por lo que dejó de ocurrir hace tres años (la participación española en la guerra de Irak. De la participación en Afganistán, los organizadores, próximos al Gobierno, nada dicen. Asuntos diferentes, te explican). La otra, en Navarra, en señal de repulsa a algo que aún no ha ocurrido, ni existe constancia alguna de que vaya a ocurrir.
En este marco, las declaraciones y contradeclaraciones de los dos principales partidos políticos nacionales, acusándose de mentir (ahora acerca de excarcelaciones actuales y pretéritas de etarras), hacen que la desconfianza de la ciudadanía en su clase política avance un paso más. Como se decía ayer en el editorial de un importante periódico de la mañana, es difícil no compartir la congoja ante este estado de cosas, que ha llegado al poco envidiable estadio de ser ridiculizado por muchos de los más importantes dibujantes de humor en los periódicos nacionales. Las dos españas oficiales empiezan a no producir inquietud, sino eso: una sensación de zozobra y vergüenza ajena.
Fernando Jáuregui.