MADRID 6 Dic. (OTR/PRESS) -
Conozco un sondeo de urgencia, que comenzó a realizarse por una empresa demoscópica amiga en la noche del martes, inmediatamente después de la 'concentración' en repulsa por el último atentado de ETA. Aún es pronto, claro, para sacar conclusiones definitivas, pero sí existen algunas impresiones provisionales. Por ejemplo, que el desgaste de Zapatero por su repentina ausencia de la manifestación que él mismo había contribuído a convocar es, me dicen, enorme. Tanto que un par de resbalones más y se juega las elecciones de marzo.
El presidente vive horas bajas tras haber sobrevolado por las más altas cumbres de la popularidad (así es, supongo, la política. Como la vida misma). A mucha gente, me comentan, parece haberle sentado particularmente mal que Zapatero utilizase una inesperada visita al guardia civil moribundo en Bayona para justificar su no asistencia a la concentración contra ETA. Este miércoles, como era de esperar, quienes se habían opuesto a la concentración convocada por los partidos, como la Asociación de Víctimas del Terrorismo y algún influyente periodista a quien le gustaría ordenar el mundo a su gusto, reclamaban, con razón, parte de la triste gloria que les puede caber por el desastre registrado en esa concentración, que, al final, casi fue una reunión de no tan amigos, o poco más.
Así, incluso hasta con ese Partido Popular titubeante, que no acaba de decantarse acerca de si debe seguir las 'consignas' de algunos predicadores mediáticos extremistas o si inclinarse hacia posiciones moderadas, puede que Zapatero pierda las elecciones, y no tenga oportunidad no sólo de no utilizar un tercer mandato, como dijo José Bono, porque no llegue al segundo. Porque empieza a hacer las cosas rematadamente mal, agotada, parece, su capacidad de darnos sorpresas y con los conejos de su chistera en franca desbandada. No había sino que ver el desastre que las huestes gubernamentales y del partido que sustenta al Gobierno ofrecían en la malhadada 'concentración'. Una catástrofe de la que, por cierto, nadie, desde los palcos de la política, se ha responsabilizado ni pedido disculpas.
Porque hay mucha trastienda escondida bajo la desdichada concentración. Ni consensuaron quién leería el comunicado, que al final corrió a cargo de una voz anónima de UGT. Ni consensuaron un texto potente. Ni trajeron autobuses. Ni acordaron consignas de silencio para evitar abucheos y algaradas: apenas, para colmo, arbitraron unos altavoces desde los que se utilizó a Tchaikovsky para imponer la música a las protestas. Increíble, pero cierto.
Con todo esto, además del abuso en la convocatoria de manifestaciones que comete quien lamentablemente preside una muy respetable asociación de víctimas, hemos llegado a un punto en el que la calle se ha convertido en propiedad de los exaltados, de las banderas extrañas, de señoras histéricas y fanáticas que le gritan "maricón" a Pedro Zerolo -hay que alabar el gesto del alcalde Ruiz Gallardón, abrazando al ultrajado concejal madrileño--. Menos mal que en la dirección del PP no se han dejado ahora seducir por los cantos de sirena de estas decenas de personas exaltadas, ultras, seguidoras de algún talibán de las ondas y de gentes que radicalizan hasta el extremo su oposición al gobierno.
Porque, si ZP (o Z, a secas) a mi entender baja en la estimación ciudadana, Rajoy lo cierto es que parece subir, si es que pueden decirse así, tan esquemáticamente, las cosas, que es algo que comprobaremos cuando, dentro de pocos días, conozcamos los resultados definitivos de las encuestas que están en marcha. El presidente del PP cumplió con su deber acudiendo a la desangelada concentración. Con la mayoría de los suyos. El PP sí estuvo en la protesta y el PSOE, en cambio, lo hizo de manera vergonzante, y para qué hablar ya del Gobierno. Las cosas son así, y, como digo, así se reflejan en, al menos, las primeras conclusiones de este sondeo de urgencia que comento, realizado por personas que conozco y cuya actuación profesional respeto.
Ah, y otra cosa que se va reflejando en las encuestas: desencanto general. Lo va consiguiendo, con tesón digno de mejor causa, esta clase política nuestra: desencanto.
Fernando Jáuregui.