MADRID 19 Jun. (OTR/PRESS) -
He pasado una hora viendo el discurso de Esperanza Aguirre, con el que renueva mandato por otros cuatro años. Se ha convertido en el principal contrapoder frente al poder del PSOE, al menos en la plaza fuerte de Madrid, y hay que reconocer que no lo hace mal. Hay que frenar algunos excesos de quien gobierna como si tuviese mayoría absoluta, Zapatero, pero yo preferiría que el contrapeso no lo hiciese desde una mayoría tan, tan absoluta. Quiero decir que existe la sensación de que hay un color político muy predominante en Madrid, frente a otro color político muy predominante en el Gobierno central, y eso, a veces, anima a apoyarse en los buenos, leales y fieles amigos políticos. Y anima también a apoyarlos, claro.
Nada tengo contra Esperanza Aguirre y, considerando cómo venían las cosas, nunca tuve la menor duda de que ganaría las elecciones, a la vista de lo mal que se organizó, desde el PSOE, la 'batalla de Madrid'. Con frases sencillas de entender, a veces algo lineales, Aguirre ha llegado a los habitantes de una Comunidad donde existe notable prosperidad económica, una actividad empresarial frenética y un bullicio en todos los órdenes probablemente no superado por región europea alguna.
Lo que no me ha demostrado aún de manera suficientemente convincente es que haya gobernado para todos. No: ha sido para unos más que para otros, aunque ya se ve que en los madriles hay mucha gente contenta con lo que ha venido actuando hasta ahora. Tiempo hay, eso sí, para la enmienda: he escuchado a mi presidenta -que lo es-, a Espe, decir que gobernará para todos los habitantes de la Comunidad. Y me ha parecido que también se descarta de toda carrera sucesoria en el PP, cosa de la que algún otro debería aprender. Ambas cosas me parecen buenas. Que se cumplan.
Fernando Jáuregui.