Actualizado 30/04/2007 02:00

Fernando Jáuregui.- La semana política que empieza.- El gran tema pendiente

MADRID 30 Abr. (OTR/PRESS) -

Escuchando las faenas de aliño de Zapatero en los mítines preelectorales, da la impresión de que el presidente ha echado el freno a sus planes de grandes reformas. La Legislatura está agotada, dicen desde medios próximos al PP, y puede que tengan algo de razón: Zapatero no habla del futuro, sino del pasado. Insiste en lo bien que marcha la economía, las buenas leyes ya aprobadas. Pero no se refiere a lo que queda por aprobar en las Cortes (que es poco, la verdad), a los pasos a dar en materia de negociación con ETA, a nuevas soluciones para la inmigración, a nuevas directrices para la política exterior... Ya tampoco se habla de los cambios constitucionales propuestos en el programa electoral socialista y para nada abordados en esta Legislatura, entre otras cosas, dicen en el Gobierno, porque el Partido Popular no apoya tales modificaciones.

Excepto quizá una: la que se refiere a los retoques al artículo 57 de la Constitución, para equiparar a los varones con las mujeres a la hora de heredar la Corona de España. Lo cual es algo más que un retoque, pues requiere la disolución de las cámaras (y, por tanto, nuevas elecciones) y un referéndum sobre el cambio propuesto por el Parlamento. Un referéndum que, obviamente, se convertiría, se convertirá, en una especie de plebiscito sobre el siempre soterrado debate entre Monarquía y República. Y a ninguna fuerza política, excepto las declaradamente republicanas, y acaso a un sector ultraderechista, le interesa desenterrar de inmediato esta polémica, que pondrá en solfa, al menos mientras dure la campaña del referéndum, los cimientos del sistema.

Es un debate soterrado, como decía, porque, en el fondo, no se trata de una polémica enconada, que apasione demasiado -por el momento_ a los españoles. Los ciudadanos no son fervientemente monárquicos, es cierto, pero tampoco se manifiestan convencidos republicanos; el juancarlismo ha tapado esta brecha, que algunos, pocos, ahora se empeñan en revivir, aludiendo tan reiteradamente a lo que ocurrió en nuestro país en los años treinta. Pero qué duda cabe de que la cuestión está ahí, y que surgirá en el momento menos pensado.

Acontecimientos no han de faltar. Desde el nacimiento inminente de la segunda hija de los Príncipes de Asturias -al ser una niña, aplaza la necesidad de poner en marcha la reforma del artículo 57 de la Constitución, pero la conveniencia de hacerlo cuanto antes sigue ahí hasta los próximos cumpleaños del Rey Don Juan Carlos, setenta años, y de Don Felipe de Borbón, cuarenta. Dos cifras redondas que van a suscitar, claro, la cuestión de cuánto tiempo debe aguardar un heredero del trono para reinar, y que suscitarán muchas comparaciones con lo que está ocurriendo, en paralelo, en varias monarquías europeas.

Para que nadie me acuse de ambigüedades, diré que quien suscribe se proclama monárquico, aunque partidario de una Monarquía en la que el futuro Felipe VI tenga que ganarse el puesto día a día, no mediante elecciones, evidentemente, pero sí a través de un consenso ciudadano permanente. Felipe de Borbón tendrá que ser el Rey de los vascos y de los catalanes, de los andaluces, los castellanos y los gallegos. Y eso, ya se ve, no va a resultar fácil, pero es, probablemente, la mejor solución territorial futura para una España en la que se han ensayado algunos experimentos de riesgo. Y a Zapatero le corresponde el protagonismo de tales experimentos. Acusar a Zapatero de haber abierto la caja de los truenos, en la cuestión territorial y en la de la negociación con ETA, es probablemente algo injusto. Más ajustado acaso sería decir que el presidente ha planteado, acaso con algo de precipitación, cuestiones clave, algunas de las cuales venían pudriéndose por la cerrazón y el inmovilismo de gobiernos anteriores.

Pero ahora esa dinámica parece haber acabado. Zapatero, ya digo, calla sobre cuestiones acerca de las cuales antes tanto hablaba. Esta de la reforma de la Constitución -que precisa cambios ya casi urgentes, para poder seguir vigente muchos años-, entre ellas. Pero la reforma se va haciendo inevitable y esa niña a la que doña Letizia dará a luz en las próximas horas volverá a poner el órdago sobre la mesa. Aunque les pese a los políticos instalados en la poltrona, y aunque Zapatero ya no hable de cambio, sino de consolidación de lo que ya ha hecho. Dijo que el poder no le iba a cambiar, pero sí le está cambiando, y es el único cambio procedente de La Moncloa que ahora se atisba en el horizonte.

Fernando Jáuregui

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