Actualizado 03/12/2007 01:00

Fernando Jáuregui.- La semana política que empieza.- Hace falta algo más que una manifestación

MADRID 3 Dic. (OTR/PRESS) -

Nunca he creído mucho en la eficacia de las manifestaciones. Algunas, para colmo, sirven para dividir a la sociedad, y en más de una ocasión he tenido la oportunidad de pronunciarme en contra de las que organiza ese peculiar personaje que preside una de las asociaciones de víctimas del terrorismo, por entender que están dirigidas más contra el gobierno de Zapatero que a favor de estas víctimas, que son nuestros héroes y que como tal deberían ser cuidados.

Sin embargo, por supuesto que trataré de asistir, y en la medida de mis pobres fuerzas trataré de convencer a otros para que asistan, a la manifestación convocada para este martes por todas las fuerzas políticas democráticas como protesta por la vuelta al 'tiro en la nuca' por parte de ETA. En primer lugar, porque ha sido, como digo, acordada por la totalidad de los partidos parlamentarios, al fin unidos. En segundo lugar, porque espero que esta marcha callejera sea el comienzo de un proceso. Y es que, en mi opinión, es preciso algo más que manifestaciones para acabar de una vez con esa pesadilla terrorista que nos aflige desde hace cuarenta años.

Tengo bastantes indicios para pensar que Zapatero y Rajoy han hablado más de una vez a lo largo de este triste fin de semana. Y que las dos principales fuerzas políticas de España han pactado las condiciones de esa proyectada manifestación, que no puede ser capitalizada por nadie. No podía, claro, ser de otra forma.

Acaso un encuentro entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición, acompañado de una declaración conjunta desde el atril de La Moncloa, sea ahora más necesario que nunca, antes de que empiecen a sacudirse leña de verdad en las semanas inmediatas a las elecciones de marzo, en las que ambos se la juegan. Quizá sea ahora el momento de establecer las bases de un pacto que, en cualquier caso, habrá de formalizarse tras las elecciones del 9 de marzo, aunque para entonces puede ser tarde. Para que ETA sepa que no es ella el árbitro de la contienda electoral -ahora los etarras están convencidos de que sí lo son, y la idea les regocija enormemente, por lo visto-, y que ninguna de las dos partes va a utilizar el terrorismo para sacar votos.

Ignoro si los dos hombres que comandan, desde el gobierno y desde el principal y casi único partido de oposición, las riendas de la cosa pública en este país nuestro llegarán tan lejos como digo. Supongo que acabarán imponiéndose, como siempre, suspicacias, egoísmos y estrecheces de miras; ya estamos, al fin y al cabo, acostumbrados a todo esto y resulta imposible cargar a unos u otros con la mayor parte de las culpas. Ambos tienen un buen porcentaje de la responsabilidad de que en el curso de esta legislatura no se haya podido llegar a un gran consenso en esta cuestión.

Pero hay momentos en los que la política debe hacer extraños compañeros de cama, y esos compañeros, en lo referente a la lucha contra el terror -y a otras cuestiones varias, aunque ello quede fuera de los propósitos de este artículo_ deben ser ahora todos, porque todos caben en esa cama. Pero, sobre todos, en estos albores de la recta final hacia las urnas, los rivales Zapatero y Rajoy tienen que darse la mano por encima de la sombra amenazadora del hacha y la serpiente. Veríamos entonces cómo los demás, algunos de ellos francamente tibios -quizá porque andaban en sus propios procesos congresuales, o en la organización de manifestaciones por otras cosas- ante este último atentado de una ETA que se está poniendo la soga al cuello, se unirían a las iniciativas para acabar con el principal motivo de preocupación de los españoles desde hace cuatro décadas.

La pelota está, pues, en los tejados de La Moncloa y del edificio acristalado de la calle Génova. Una vez más.

Fernando Jáuregui

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