MADRID 3 Nov. (OTR/PRESS) -
Uno se siente tentado de pensar que, definitivamente, la cosa no tiene remedio cuando ve cómo los partidos y ciertos medios se siguen tirando los trastos a la cabeza a cuenta de la sentencia del 11-m. Y a cuenta de cualquier otra cosa que pille a mano, por lo demás. Uno creyó que, al menos, ya que no hemos arreglado lo de ETA ni lo de Cataluña -y no culpemos de ello al Gobierno, que también, sino a otros muchos factores que han hecho que ambas cuestiones se enquisten--, podríamos pasar la página de aquella fecha terrible, el 11 de marzo de 2004, y de sus secuelas morales. Pero tampoco.
Y entonces, ¿qué nos queda de esta legislatura que va concluyendo? Temo que poco: porque incluso las relaciones con Marruecos, que habían mejorado respecto de los tiempos de Aznar, han acabado malbaratándose de nuevo por un viaje de los reyes a Ceuta y Melilla que había y ha de hacerse.
Definitivamente, registro escasos avances en estos últimos tres años y ocho meses, e insisto en que no es necesario cargar con toda la responsabilidad al Ejecutivo comandado por Zapatero, que ha tenido ambición y ganas de cuajar una gran faena. Pero el toro, que es todo lo demás, a veces no acompaña, especialmente si el diestro no lo es tanto y apunta maneras de inexperto.
Ha sido esta una legislatura crispada, tensa, enfrentada, y de ello cada cual habrá de hacer su propio examen de conciencia. Las instituciones (prefiero casi ni entrar a fondo en la situación del Tribunal Constitucional, donde se me hace difícil comprender que no hayan presentado la dimisión todos los magistrados) han salido dañadas, la convivencia ciudadana deteriorada y la libertad de los ciudadanos, entre unas cosas y otras, mellada. Todo por nuestro bien, sin duda, pero uno, que al fin y al cabo es un ciudadano más, nada menos, afronta esta recta final hacia las elecciones con el ánimo algo decaído: ¿qué es, en realidad, lo que estos políticos que siguen tirándose los trastos a la cabeza han hecho por nosotros?
No quisiera, desde luego, que todo se agotase en el lamento. Porque hay muchas cosas de fondo, importantes, que resolver y que, sin embargo, por lo que vamos sabiendo, ni siquiera se plantearán en los programas electorales. Toda la esperanza queda depositada, pues, ya en la próxima legislatura, en la que, sin agobios electorales, los principales partidos, recuerden lo que les digo, se van a ver forzados a llegar a acuerdos de alcance ahora insospechado. Lo quieran o no lo quieran, porque la situación, en varios campos, ya lo va reclamando.
Fernando Jáuregui.