MADRID 8 Mar. (OTR/PRESS) -
Por supuesto, no voy a saltarme -algunos lo han hecho-- una prohibición legal que impide publicar encuestas en los días inmediatamente anteriores a unas elecciones. Y ello, por muy absurda que, en estos tiempos de Internet, parezca la tal prohibición, una muestra más de lo anticuadas que se nos han quedado las campañas electorales.
Pero sí les voy a decir una cosa en este día ya de reflexión: a través de todas las encuestas de última hora que conocemos (y no publicamos) se fortalece la opinión de que los resultados de este domingo por la noche son prácticamente irreversibles: el estudio de lo que va a ocurrir, provincia a provincia, con las tendencias en todas y cada una de las veintidós provincias en las que puede producirse algún cambio, que no vuelco, nos lleva a la conclusión de que la suerte está echada (¿o no?).
Y con esta convicción parten, en esta jornada previa a las elecciones, los dos principales partidos, los únicos con posibilidades de colocar a un inquilino en La Moncloa. Y con esta hipótesis trabajan los banqueros, no pocos empresarios importantes con los que hemos podido hablar en las dos últimas semanas y la totalidad de las cancillerías con observadores cualificados en Madrid.
Y lo mismo ocurre con la prensa extranjera, parte de la cual se muestra inusualmente crítica con el gobierno de Zapatero. Claro que harían lo mismo, sin duda, con un gobierno de Rajoy -y no trato, diciendo esto, de defender las evidentes carencias del mandato de ZP--; porque España se ha convertido ya en un competidor serio, un país emergente capaz de correr en el mismo campo que los franceses, los británicos y hasta los alemanes. Este es el análisis que se hace en La Moncloa del contenido de algunos recientes artículos en el 'Financial Times', Newsweek' o 'The Economist', para no citar otras publicaciones afectas a emporios conservadores, como el que representa Murdoch, entre otros.
Por lo demás, los corresponsales extranjeros, los enviados especiales y no pocas publicaciones de todo el mundo trabajando desde sus redacciones locales, tienen este fin de semana a España como tema prioritario de sus titulares. España interesa, Zapatero sigue siendo, pese a los cuatro años transcurridos con él en el poder, un enigma, y he leído algunas arriesgadas predicciones aventurando lo que puede ocurrir en el caso de que Mariano Rajoy pierda.
Interesante situación para un observador político, muy interesante. Porque la incógnita no es saber quién va a ganar (todos creen suponerlo y sería una sorpresa mayúscula que las cosas fuesen de otro modo); ni siquiera estriba la mayor incertidumbre en conocer por cuánto va a ganar el vencedor. La gran incógnita consiste en saber con quién, o con quiénes, se va a aliar este vencedor. Mi apuesta ya la conocen quienes me hayan seguido a lo largo de esta campaña: de alguna manera, acabarán llegando a un pacto los 'dos grandes'. Deberían hacerlo, según mi criterio.
Puede que, para que ese pacto de legislatura en torno a cuestiones clave para la marcha del Estado se haga realidad, tenga que desaparecer uno de los dos personajes principales de la política española, Rajoy o Zapatero, que se han mostrado incapaces de entenderse a lo largo de la legislatura. Es lo que se dice en los cenáculos y mentideros políticos o seudopolíticos de la capital. Yo no estoy tan seguro: el acuerdo, algún tipo de acuerdo, ha de ser posible porque ambos deben procurarlo, y sin que sea preciso descabalgar de la política a nadie que no desee hacerlo. Sigo pensando que, con todas sus carencias y errores, tanto Zapatero como Rajoy son dos políticos honestos, empeñados, cada uno con su idea a cuestas, en el bien del país. Ninguno de los sobra, aunque son complementarios.
La jornada de reflexión no está destinada solamente, entiendo, a los electores: también a los políticos, sobre todo a esos dos hombres en cuyas manos -en las de los dos_va a estar principalmente el destino de España dentro de muy poco. ¿Serán capaces de entenderlo y de entender el mensaje que les envíen las urnas?
Fernando Jáuregui.