Actualizado 30/04/2007 02:00

Francisco de Muro Iscar.- Partido único

MADRID 30 Abr. (OTR/PRESS) -

Decía José Antonio Marina hace unos días en una emisora de radio, que todos los líderes políticos españoles lo que quieren en el fondo es el partido único, el suyo, y la desaparición de todos los demás. Están convencidos de que todos los males son culpa de los otros y que si ellos gobernaran solos solucionarían todos los problemas. Aznar lo intentó con fruición y se creyó que Zapatero era 'Bambi'. ZP lo ha intentado desde el primer día, y su objetivo ha sido colocar al PP en la extrema derecha. Casi lo consigue. Maragall, como otros muchos, sólo empieza a protestar cuando ha perdido el poder, es decir tarde. Y así casi todos. En la misma tertulia donde Marina siempre dice cosas inteligentes, alguien habló de que los políticos y también los ciudadanos españoles tenemos comportamientos sectarios, descalificamos todo lo que no se identifica con nosotros.

El español medio es lector de un sólo periódico, escucha una sola emisora de radio y ni siquiera hace zapping con los informativos de la televisión. Y no los elige por su calidad o por su independencia, sino por su cercanía a las opiniones que profesa. Y se cree casi todo lo que le dicen, sin contrastrarlo, sin buscar otros datos, otras opiniones. Incluso le molesta cuando el periódico no profesa la fe militante o cuando da cancha a otras opiniones menos partidistas. Así que los medios tienen la tentación de dirigir a los políticos o de hacer seguidismo de los partidos y hacen periódicos y programas para convencer a los ya convencidos. Una sociedad que no es capaz de la crítica, desde la información, es una sociedad desamortizada políticamente. Hace treinta años, Tierno Galván me decía que los españoles son "muy conservadores", no muy de derechas, sino poco proclives al cambio. Por eso, pase lo que pase, hagan lo que hagan los políticos de uno u otro bando, el cuarenta por ciento vota a unos y el otro cuarenta por ciento vota a otros. Sólo un diez o un veinte por ciento de los votantes -¿el centro?- cambia su voto para aplaudir o castigar una gestión. Poco bagaje para tanto como hay que cambiar.

Se pregunta Julio Llamazares, al hilo de esa extraordinaria película de denuncia que es "La vida de los otros", por qué en países como Alemania, con una historia tan cruel o más que la nuestra, los ciudadanos se interesan por su pasado más reciente mientras que en otros, como España, este sigue siendo materia de confrontación directa. Hay muchas respuestas, pero desde mi modesto punto de vista, la clave está en que ni los escritores ni los directores de cine ni los intelectuales -¿dónde están?- ni los periodistas somos diferentes de los políticos o de la mayoría de los ciudadanos: no buscamos la verdad, con sus aristas, sus blancos y sus negros, sus grises; queremos imponerla. En muchas familias, en muchas tertulias, entre muchos amigos hoy se ha impuesto una regla: no hablar de política. Puesto que no somos capaces de escuchar y de dialogar, no hablemos de lo que nos separa. Lo malo es que eso también nos separa y nos impide progresar en la democracia. Y algunos políticos, que sólo buscan llegar al poder o evitar que otros lo alcancen, lo saben y se aprovechan de los ciudadanos.

Francisco de Muro Iscar

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