MADRID 15 Jun. (OTR/PRESS) -
Son, fundamentalmente los políticos, pero no sólo ellos. Tal vez somos todos, en lo personal y en lo público, los que venimos practicando la filosofía de la irresponsabilidad. Nadie asume responsabilidades, busca excusas o echa la culpa a la suerte, al contrario, a los otros... Seguramente se entiende mejor con ejemplos concretos. El presidente Zapatero inició el diálogo con ETA con la mejor voluntad pero con informaciones malas o insuficientes. Asumió un riesgo en busca de una buena causa, pero falló. Se equivocó de momento, o de interlocutores -"hay una ETA buena y una ETA mala", ha venido a decir al final-, se equivocó aislando al PP y no ganándose su confianza y su colaboración. Se equivocó dando carpetazo al Pacto contra el Terrorismo que él mismo había impulsado. Se equivocó cuando un día antes del atentado de la T-4 en Barajas anunció que la situación iba a ser mejor. Se equivocó llamando "proceso de paz" a lo que no era eso. Se ha equivocado, posiblemente, muchas otras veces en los últimos tiempos y está "dolido, aunque no tocado", como ha reconocido Solbes. Lo malo de todo es que, en ningún momento, lo ha reconocido. La culpa es de ETA, por supuesto, ¿pero no hay una responsabilidad del presidente que llevó adelante toda esta aventura, incluso con reticencias de algunos de sus colaboradores más directos? La contumacia, la perseverancia en el error son peores que el propio error.
Se equivocó el PP gravemente en la gestión de la crisis del 11-M y durante muchos meses después siguió instalado en el victimismo y mirándose el ombligo. Se equivocó no haciendo cambios de fondo en sus equipos directivos. Incluso hoy algunas de sus voces más cualificadas, por ejemplo la de José María Aznar, siguen equivocando la táctica. No reconocen errores. Siempre se equivocan los otros. Todo indica que en la formación de los equipos de Gobierno en algunas comunidades autónomas y ayuntamientos se van a aprobar pactos contra los votantes, dando el poder a quien no ha sido elegido por éstos para gobernar. Nadie quiere rectificar la Ley electoral y primar, cuando no haya mayorías, a la lista más votada, ni aprobar listas abiertas o una segunda vuelta. Nadie reconoce que el sistema es malo para la salud democrática. Los partidos carecen de autocrítica y cuando alguien la ejerce, le echan o le ponen a los pies de los caballos. La mentira repetida mil veces, la manipulación de los datos* todo vale antes que reconocer un error.
Como algo muy parecido está sucediendo en la vida personal o familiar, en el trabajo o en la profesión -todos echamos balones fuera, ninguno nos equivocamos, casi nadie asume responsabilidades, grandes o pequeñas- me entra la duda de si los políticos o los famosos influyen sobre la gente o si es la sociedad la que ha creado una cultura de la irresponsabilidad. La culpa es siempre "del otro", de los otros, de la mala suerte, de las circunstancias... Todo menos asumir y reconocer el error propio. Y rectificar. Aparentar en lugar de ser, a costa de un grave daño personal o social.
Francisco Muro de Iscar.
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