Actualizado 12/06/2007 02:00

Isaías Lafuente.- Me sumo

MADRID 12 Jun. (OTR/PRESS) -

Ignasi Guardans, diputado español en el Parlamento Europeo, llama a la rebelión cívica contra las medidas de seguridad impuestas en nuestros aeropuertos, ésas que convierten el líquido de lentillas, la crema facial, la espuma de afeitar o la pasta dentífrica en elementos potencialmente peligrosos, y a quienes los portamos, en sospechosos obligados a demostrar su inocuidad. Explica el eurodiputado en un artículo titulado Aeropuertos y legislación secreta cómo se aprobaron estas normas en 2006, por un comité de tecnócratas que, en apenas cinco días, legisló en materia de seguridad, en secreto, con "dudosa legitimidad" y al margen de los mecanismos y las instituciones democráticas a las que correspondería actuar en esta materia.

Dudo mucho de que algún ciudadano se arriesgue a perder el avión, con lo fácil que ya es hacerlo en condiciones normales, para sumarse a esta rebelión. Pero seguramente todos -yo ya me apunto- apoyaríamos cualquier iniciativa política que adopten ciudadanos como el señor Guardans, a quienes hemos elegido para que nos representen, en las instituciones europeas o españolas. La matanza del 11S ya activó mecanismos de seguridad extraordinarios en aeropuertos de medio mundo. Tras los atentados de Londres y el descubrimiento de un presunto complot para atentar con explosivos líquidos en los aviones, el Comité de Seguridad de la Aviación Civil adoptó las medidas que ahora se ponen en cuestión. Si la amenaza cierta es suficiente para poner en marcha medidas de seguridad excepcionales, siempre me he preguntado por qué en España no se han adoptado en las estaciones de trenes, escenario de la mayor matanza terrorista sufrida en nuestro país. Es más, me parece perversa esta seguridad aristocrática que extrema los controles en los aeropuertos y en las terminales del AVE y deja al pairo el resto de las estaciones ferroviarias, como si el derecho a la seguridad dependiera del medio de transporte elegido.

Los terroristas pertenecen a una especie animal con gran capacidad de adaptación al medio. No son valientes y huyen de cualquier riesgo. Si el tiro en la nuca les pone en peligro, usan el coche bomba. Cuando resulta arriesgado matar a un cargo público con escolta, buscan al último concejal de un pueblo, cuando se blindan los aeropuertos, ellos llevan la muerte a las estaciones, y cuando se vigilan éstas, bajan al Metro. En fin, me parece difícil que hoy, en algún lugar del mundo, un terrorista se plantee hacer estallar un avión con un explosivo embutido en un frasco de bronceador. Mientras tanto, si la rebelión que propone Guardans no se materializa, los ciudadanos de bien seguiremos quitándonos los zapatos y los cinturones en los aeropuertos con una docilidad que no exhibiríamos si nos lo pidiera un policía en plena calle. Y contemplaremos impávidos cómo un guardia de seguridad retira un cortaúñas a una viejecita mientras consiente que un fornido ciudadano pase al avión con su cinturón, potente arma estranguladora.

Isaías Lafuente.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Sánchez, al fin, sale a la ofensiva, pero ¿qué ofensiva?

Foto del autor

Antonio Casado

Memoria de Rubalcaba

Foto del autor

Fermín Bocos

Annus horribilis

Foto del autor

Charo Zarzalejos

Castillo de naipes