Actualizado 14/01/2010 13:00

José Cavero.- Algunas cosas se hacen bien.

MADRID 14 Ene. (OTR/PRESS) -

En los últimos tiempos una cierta prensa se ha ensañado con el Gobierno de Zapatero, su gestión y sus hombres. Desde los casos Alakrana o Aminetu Haidar no ha habido semana sin "crucifixión gubernamental". Parecía que el semestre europeo de Presidencia española marcaría una cierta tregua, tras el propósito del PP de cooperar para que fuera "un éxito de España", pero hemos visto que su propia inauguración mereció severísimas críticas del principal partido de la oposición. Luego, el temporal de nieve, también fue ocasión reiterada para las críticas...

Y, sin embargo, desde el Gobierno se insiste en proclamar, en ocasiones contra la opinión instalada, que algunas cosas las hace bien y le salen bien: el homenaje del Gobierno a los guardias civiles y policías muertos en 2009; el enfrentamiento del ministro Blanco contra unos "funcionarios de superlujo" y de sueldos privilegiadísimos, llamados controladores aéreos; la eficacia, nuevamente demostrada, de la lucha antiterrorista, con la detención de dos comandos, tras la advertencia del ministro Rubalcaba; las revelaciones sobre el intento etarra de acabar con la vida a la sazón presidente Aznar con un misil tierra-aire; la privatización parcial que se anuncia para la empresa propietaria de los aeropuertos españoles; la discreción con la que se negocia la puesta en libertad de los cooperantes secuestrados por Al Qaeda; el esfuerzo en demostrar capacidad para presidir el semestre europeo, pese a episodios como el de Mr. Bean o las "presuntas sanciones" anunciadas para los países de la Unión que no se esfuercen por regresar al tope de déficit del tres por 100 en tres años...

Pero no bastará el esfuerzo. Bastará que el viento levante la parte trasera de la chaqueta de Zapatero, que el presidente llegue unos minutos tarde a una recepción con el Rey o que la ministra Corredor se rasque la nariz para tener la fotografía del momento y el comentario cáustico y cruel. Ciertamente, de entre todas las informaciones de las últimas horas, dos han resultado estremecedoras: el terremoto de Haití -siempre los desfavorecidos de la Tierra son los elegidos para el desastre natural más violento- y los propósitos de la ETA de 2001 de acabar con la vida de Aznar mediante un misil tierra-aire de fabricación soviética, y por fortuna de pésima construcción.

Estremece la mera posibilidad de pensar que Aznar pudo padecer el mismo final que Carrero Blanco. Cabe suponer que el ex presidente habrá brindado por su buena fortuna causada por una defectuosa actuación de los terroristas. Habrá brindado con alguno de sus ministros del Interior, Oreja o Acebes, que tampoco llegaron a enterarse del suceso hasta revelárselo ahora su sucesor Rubalcaba. Por fortuna, el país funciona y muchos de sus funcionarios, e incluso algunos de sus gobernantes, llegan a ser ejemplares y modélicos -fuerzas antiterroristas, diplomáticos- en el desempeño por el que perciben sus salarios, y por más que entren por sistema en el saco de los ataques al Gobierno de turno.

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