MADRID 11 Sep. (OTR/PRESS) -
Para cualquier persona aspirante a una responsabilidad, fracasar o triunfar es decisivo. Esto es una perogrullada, una obviedad, aunque en determinados casos no lo parezca tanto. Mariano Rajoy ya fue candidato a la presidencia de la nación hace cuatro años, pero entonces lo fue por designación "a dedo" de Aznar, y contra no pocas opiniones adversas. Por ejemplo, la de quienes pensaron que hubiera sido mejor elección la de Rodrigo Rato. Pero Aznar no dio opción a que nadie más opinara, ni los propios interesados. Y estaba perfectamente convencido de que su candidato sería el vencedor de aquellas elecciones del l4 de marzo. Los atentados del 11-M, y algunos errores garrafales de la gestión de Aznar -la guerra de Irak, la gestión del Prestige, el decretazo, la boda de la niña Ana con esplendor real, por ejemplo- pesaron en la decisión de los españoles, que prefirieron regresar a un Gobierno socialista tras los ocho años del paréntesis de Aznar-PP, y agotada ya la penitencia dada a Felipe González por sus anteriores errores, como el de transigir con unos grados de corrupción que probablemente él mismo desconocía con detalle.
Pues bien, Mariano Rajoy, tras la derrota de hace cuatro años, ha venido trabajándose su propia candidatura para no debérsela esta vez a nadie más que a sí mismo. Desde hace mucho tiempo sabíamos que no podía haber otro candidato que él, aunque el debate surgido por los deseos de Gallardón de ser su "segundo" en las listas al Congreso, o los "movimientos" registrados tras el anuncio de que Rodrigo Rato abandonaba su altísimo cargo en el FMI para regresar a Madrid... todo ello abonaba la sospecha de que su liderazgo es débil y que sus posibilidades de conseguir "un voto más" que su adversario, Zapatero, son probablemente escasas o nulas, y el PP no descarta tener que recurrir a un candidato alternativo en sus propias filas. Las encuestas han señalado repetidamente que el candidato-líder y presidente del PP no termina de romper el techo de la aceptación popular, no traspasa, no logra la suficiente empatía... Y eso que nadie duda ni discute que es un candidato aceptable, inteligente, capaz, que se ha trabajado el puesto..., pero a quien falta ese algo más que algunos llaman carisma y otros encaje o empatía.
Lo cierto es que Rajoy tiene en torno a su persona un equipo de colaboradores que le hacen los deberes, aunque se ha obstinado en mantener a dos lugartenientes -Acebes y Zaplana- mucho menos aceptables que él mismo, y por quienes probablemente le surgen algunas antipatías añadidas. Rajoy se presenta a estas elecciones también cruciales de marzo próximo, y aunque lo diga, porque está obligado a ello, no está nada convencido de que logrará el título de candidato más votado.
Claro que aún puede suceder algo que cambie el escenario los análisis de hoy se demuestren equivocados en este semestre crucial ya iniciado.
JOSÉ CAVERO