Actualizado 05/09/2010 14:00

José Cavero.- Una crisis sólo para Corbacho

MADRID 5 Sep. (OTR/PRESS) -

Siempre se ha explicado que lo fácil es abrir el melón de la crisis y lo difícil cerrarlo... Es decir, la limitación o profundidad de la remodelación a la que abre la puerta la marcha de Celestino Corbacho a las elecciones catalanas. ¿Se limitará a un ajuste sencillo, de Corbacho por otra persona, o aprovechará la ocasión para cambiar a muchos otros responsables de Departamentos ministeriales? Esa es la cuestión.

En principio, se supone que no tendrá más alcance que el titular de Trabajo, y que ni siquiera Trinidad Jiménez se verá sustituida, siquiera de momento. Ya se verá más adelante. Como observa un analista, José Luis Rodríguez Zapatero arranca el curso político igual que lo acabó: intentando desplazar la atención y los focos del interés mediático y político de una posible crisis de Gobierno que lleva todo el año, con mayor o menor intensidad, rondándole.

De otro lado, según se cuenta este sábado en La Vanguardia, Corbacho empezó ya su personal precampaña fijando el dilema que regirá la contienda electoral: "Cataluña con España o sin España". El ministro contrapuso a "algunos" que "tienen que decir si quieren el futuro de Cataluña fuera de España", en referencia a CiU, "con los que queremos una Cataluña más potente, más fuerte, con más competencias y más autogobierno pero dentro de España". Corbacho dijo a TV3 que él no quiere ser una "referencia individual" como cuando fue alcalde, y que ahora se prepara para apoyar "un proyecto que lidera José Montilla".

En cuanto a Zapatero, sólo él tiene la potestad de remodelar el Ejecutivo y no está dispuesto -como bien saben en su entorno- a que nadie le vuelva a reventar la sorpresa, como ya ocurrió en plena Semana Santa del 2009 cuando anunció una crisis de Gobierno que ya había sido desvelada y que además eclipsó su ansiado primer encuentro con Barack Obama en Praga. El problema es que, como lamentan con fatalismo en la Moncloa, "somos tan transparentes que siempre se sabe todo antes de que lo hagamos". A Zapatero, desde luego, le va a costar mucho conseguir el efecto sorpresa de una crisis de Gobierno de la que no deja de hablarse, mal que le pese, aunque él mismo lo propicie en ocasiones. Y ahora ha vuelto a recrudecerse la ansiedad política y mediática por una crisis de Gobierno una vez que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, confirmó el jueves lo que hacía meses que se barruntaba tras sus notorias discrepancias sobre todo con la vicepresidenta económica, Elena Salgado: que abandonará el Ejecutivo para incorporarse a la lista electoral del PSC en los comicios catalanes de noviembre.

Zapatero ha ordenado a los suyos intentar frenar la sensación de inminente crisis de Gobierno, y transmitir la idea de que simplemente sustituirá a Corbacho en breve, sin más trascendencia. La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, tuvo que emplearse ayer a fondo en ello, no en vano todas las preguntas que recibió en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros giraron en torno al mismo tema. "No hay crisis de gobierno", zanjó tras la enésima pregunta al respecto. De la Vega sólo considera la salida del titular de Trabajo. Incluso Moratinos, con cuyo nombre se venía especulando para la alcaldía de Córdoba, ha reculado y proclama que no es candidato a nada...

En la Moncloa es evidente la incomodidad que despierta este asunto, que se torna en serio enfado cuando se sugiere que el Gobierno da una imagen de "interinidad" en la que se ceba el PP y toda la oposición. Tampoco quiere nadie en la Moncloa hablar aún de posibles sustitutos de Corbacho, pese a que hace meses que se han barajado nombres como los de Gaspar Zarrías, Valeriano Gómez, Ramón Jáuregui y hasta Leire Pajín.

Zapatero está decidido a contener la crisis de Gobierno. Y el mejor ejemplo lo tiene ahora en su ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, que disputará en primarias la candidatura socialista para las elecciones autonómicas en Madrid en mayo del 2011. Fuentes del Gobierno aseguran que Zapatero ha rechazado enérgicamente "las presiones" internas y externas -tanto del PP como del adversario en las primarias socialistas, Tomás Gómez- que demandan que Jiménez abandone el Gobierno si quiere saltar a la arena electoral. Y en esto Zapatero, De la Vega y la propia afectada, Jiménez, han hecho piña: la ministra no saltará del Gobierno hasta el último momento, si gana las primarias, antes de las elecciones del 2011. Legalmente no tendría por qué hacerlo hasta sólo 40 días antes de los comicios autonómicos. Y es que esta es precisamente la gran baza que Zapatero y Jiménez quieren aprovechar para desbancar, en primer lugar, a Tomás Gómez, en las primarias del mes que viene, y para intentar después presentar batalla a la lideresa madrileña, Esperanza Aguirre, en mayo del 2011: aprovechando la proyección pública y mediática que le otorga a Jiménez ser ministra.

Este mismo viernes se hizo visible esta estrategia, cuando Jiménez compareció en la Moncloa junto a De la Vega para dar cuenta de los acuerdos del Consejo de Ministros en lo que afecta a su cartera, el primer Consejo de Ministros del curso político y el primero, también, desde que Jiménez es oficialmente candidata a las primarias socialistas en Madrid. Lo que no hará nunca, desde luego, Jiménez es aprovechar esta tribuna de gran proyección mediática y política para hacer campaña electoral, pues basta con que aparezca en la misma para seguir ganando una visibilidad de la que carece Gómez. La ministra, no obstante, se mostró ayer irritada ante estas acusaciones: "¡No admito bajo ningún concepto que se diga que yo hago campaña mientras soy ministra de Sanidad!", clamó.

Así que Zapatero mantendrá a Jiménez en el Gobierno hasta el último minuto para darle más bazas electorales. Y lo mismo podría hacer con otros ministros. Fuentes del Gobierno enumeran una larga ristra de ex ministros que también apuraron el cargo antes de unas elecciones autonómicas, desde el popular Eduardo Zaplana hasta el socialista López Aguilar.

La remodelación sólo viene originada, y concluye, en Corbacho y su relevo...

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