Actualizado 02/01/2007 01:00

José Cavero.- Los dos ecuatorianos desaparecidos en la T-4

MADRID 2 Ene. (OTR/PRESS) -

Posiblemente este año nuevo esté arrancando con mayores dificultades de las previsibles y con un tono de mucho menor optimismo del que teníamos apenas la víspera del atentado de la T-4, cuando el propio Zapatero hacía un balance feliz y eufórico, incluso triunfal, de lo acontecido en los últimos años y del porvenir que teníamos por delante: el año 2007 estaremos mejor de lo que estamos ahora, vino a asegurarnos este feliz jefe del gobierno, pocas horas antes de que las cuarenta mil toneladas de escombros del párking de Barajas, con los dos ecuatorianos sorprendidos por el estallido, se echaran sobre las preocupaciones más vivas del inquilino de la Moncloa.

Porque ésa es la otra gran novedad de este pavoroso atentado: no que ha quebrado la tregua anunciada hace nueve meses por los etarras, sino que también, y según todos los indicios hasta la fecha, ha podido quebrar los tres años de una organización terrorista que no causaba muertes. A estas alturas del rescate, parece que se puede legar a la conclusión de que esos dos jóvenes ecuatorianos vienen a reanudar la relación de los asesinados por ETA. Hasta este siniestro fin de año 2006, dos policías de Sangüesa (Navarra) alcanzados por una bomba lapa, cerraban el recuento de las 832 víctimas mortales de la banda, según el listado elaborado por José María Calleja en un reciente libro.

Los nombres de Bonifacio Martín Hernando y de Julián Envit Luna, policías de 56 y 53 años respectivamente, se deben añadir los nombres de Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, dos jóvenes ecuatorianos que, según se nos ha explicado, habían decidido permanecer en su vehículo aparcado mientras esperaban la llegada de un vuelo que traía a familiares y amigos para los festejos madrileños del fin de año. Y las 832 víctimas mortales, según todas las sospechas y los peores augurios, habrían aumentado a 834.

Es curioso comprobar hasta qué punto, en los atentados más siniestros que se han producido en España en los últimos tiempos -el del 11 de marzo en la estación de Atocha, y ahora en este de la Terminal de Barajas- se están produciendo considerables bajas de los inmigrantes que han acudido a España a obtener trabajo y mejor calidad de vida, y que se han hallado con esta clase de indeseables siniestros. Estacio y Palate y sus familiares pasan a engrosar la relación de las víctimas del terrorismo, sencillamente porque "pasaban por allí", y probablemente no llegaron a escuchar las advertencias policiales sobre la necesidad apremiante de desalojar la Terminal de Barajas porque a unos enloquecidos se les había ocurrido la idea de celebrar el fin de año con más pólvora y estruendo que a nadie...

Ojalá la activa y feliz búsqueda de los bomberos haga inútiles estas consideraciones, las primeras de 2007. Pero a estas alturas del esfuerzo ya resulta sumamente improbable un final feliz para esta historia.

José Cavero.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Sánchez, al fin, sale a la ofensiva, pero ¿qué ofensiva?

Foto del autor

Antonio Casado

Memoria de Rubalcaba

Foto del autor

Fermín Bocos

Annus horribilis

Foto del autor

Charo Zarzalejos

Castillo de naipes