MADRID 1 Nov. (OTR/PRESS) -
La expectación estaba garantizada. Durante meses se ha estado esperando el resultado final del juicio que, en las instalaciones de la Audiencia Nacional en la Casa de Campo, sentaron en el banquillo a los acusados por la pavorosa matanza del 11 de marzo de 2004. Tres años y medio después, hecha la investigación policial y judicial, y efectuado el correspondiente juicio público, dirigido por el severo y exigente juez Javier Gómez Bermúdez, éste mismo se encargaba, finalmente, de divulgar las conclusiones a las que llegaron fiscales y magistrados sobre aquella infausta fecha en la que estallaron los trenes de cercanías en las proximidades de Atocha.
La sentencia, de antemano, resultaba especialmente atractiva y esperada por razón del "sector conspirativo", que durante todo el tiempo de instrucción del sumario y de realización del juicio mantuvo tesis muy distintas a las de jueces y fiscales. Un sector conspirativo que en la recta final previa a la divulgación de la sentencia parecía diluido o disperso. Por parte del PP, Acebes y Zaplana negaban haber participaron en tal círculo conspirativo, y Juan Ignacio del Burgo ni siquiera daba señales de vida. En cuanto a los "estrategas periodísticos", Pedro J. Ramírez, Jaime Ignacio del Burgo o Luis del Pino -este último autor de varios libros sobre el caso, con sus peculiares tesis- mantenían algo más su figura.
Y cabe suponer que mantendrán sus posiciones más allá de una sentencia que sonaba rotunda y definitiva, y que daba respuesta a todo lo que los familiares de las víctimas y los restantes ciudadanos hemos venido reclamando: quiénes, por qué, cómo se logró, burlando las leyes y las alarmas policiales, cometer la gran infamia de un atentado que se llevaba por delante a 191 personas, más el GEO que también se añadió a las víctimas de los trenes al estallar el piso de Leganés con los siete suicidas que se llevaron consigo buen parte de los secretos del caso: sus sinrazones, sus conexiones con el islamismo internacional, sus criterios de "fichaje" de los delincuentes empleados para cometer el crimen, su financiación...
La respuesta a todas esas incógnitas apenas fue obtenida con las averiguaciones logradas por policías, fiscales y jueces, en algunos momentos también estimuladas por los deseos de la opinión pública de colaborar. Ha quedado de manifiesto, por ejemplo, la funesta actuación de los confidentes policiales, y cómo algunos agentes de la seguridad y del orden prefirieron "mirar hacia otro lado" y no prestar atención a lo que se les venía advirtiendo: que el riesgo islamista estaba ahí, engordaba día tras día y finalmente iba a estallar... Finalmente, los jueces han elaborado la redacción de todos esos cabos sueltos, y han determinado la culpabilidad de cada cual, la responsabilidad de cada uno de los 29 acusados de la matanza de 191 personas y de causar heridas a otras 1.800 personas más...
José Cavero.