MADRID 9 Mar. (OTR/PRESS) -
Muchos hubieran querido que los fuertes vientos de estos días se llevaran consigo el temporal político y las pasiones y la crispación de los últimos tiempos, de los que fue expresión meridiana el desarrollo de la sesión del Senado, con el mano a mano García Escudero-Zapatero y las correspondientes "bancadas", extraordinariamente activas y entregadas a las respectivas siglas.
El presidente de la Cámara, Javier Rojo, se desgañitaba pidiendo calma y silencio a sus señorías, que no estaban por la labor. Una crónica televisiva contó ayer 27 interrupciones en la intervención del presidente del gobierno. La Vanguardia las eleva a 31. Sólo nos faltó, como en Londres, que sus señorías llegaran a las manos. Pero sí pudimos contemplar cómo senadores del PP insultaban y abucheaban a Zapatero mientras exponía su versión sobre el Caso De Juana.
Y, a renglón seguido, cómo Rajoy llamaba hooligan al jefe del gobierno, su oponente político. ¿Zapatero es un hooligan, un gamberro seguidor de los clubes deportivos más incívicos? El Diccionario de la Real Academia española, que con gran generosidad se ha ido abriendo a términos llegados con los visitantes de otras hablas, define al hooligan como un hincha futbolístico inglés de comportamiento agresivo y vandálico. Pero Rajoy estaba lejos, no acudió al Senado a ver el espectáculo que sus propios correligionarios ofrecían, y es seguro que tuvo referencias "por terceros". Después de descalificar de ese modo al presidente, como es habitual en él, le dio consejos y le estimuló a actuar con calma, tranquilidad, con templanza, con moderación, garantizándole un debate en el Congreso en el que él mismo se comportaría de ese modo sosegado y tranquilo que recomienda.
Lo cierto y comprobable es que el PP está echando el resto para movilizar a su militancia, y que la voz más templada y neutral de las escuchadas últimamente es la de Gaspar Llamazares, que pide al gobierno que no caiga en la crispación del PP y ofrece otro pacto. En cambio, Zapatero ha preferido "plantar cara" al PP y airear sus cesiones a los presos de ETA, sin duda consciente de que iban a montar una bronca descomunal, que es adjetivo de las preferencias comprobadas de Rajoy.
De manera que el Caso De Juana ha llegado a provocar una bronca sin precedentes en el Senado, la cámara tonta o muerta. Ya sirve para algo, esa cámara boba de utilidad incierta, donde un presidente autonómico graba un error presidencial y otros cuantos senadores le abuchean, increpan e insultan hasta la fatiga. Mientras tanto, y en este clima bronco y desapacible, Aznar acude a colocar flores a la Plaza de la República Dominicana, ahora rebautizada "de la Dignidad"; que fue donde doce guardias civiles perecieron en un atentado que perpetró De Juana.
No hizo un homenaje semejante durante los ocho años de su mandato presidencial, pero ahora sí conviene a los intereses personales y del partido, en vísperas del tercer aniversario del 11-M y de la mayor tragedia terrorista de la historia de España. Que también ocurrió en sus tiempos de jefe del Gobierno. La presencia en la calle de Aznar alienta a sus fans a reclamar "que vuelva a la Moncloa y eche al traidor".
José Cavero.