MADRID 27 Ago. (OTR/PRESS) -
Mucha gente, incluso dentro del PP, se pregunta por qué Alberto Ruiz Gallardón no pacta con Mariano Rajoy lo que tenga que pactar en privado, en vez de ir de francotirador que a veces se confunde con Robin Hood y otras con Judas Iscariote. Para interpretar la personalidad de Gallardón, el escritor Juan José Millás ha contado que un día, durante el transcurso de una cena en la que lo colocaron cerca de Gallardón, le escuchó decir que había que casarse con el 'ABC' y acostarse con 'El País'. No deja de ser una manera de explicar la personalidad bipolar del alcalde de Madrid pero seguramente hay más.
Está claro que Ruiz Gallardón disfraza de ayuda a Mariano Rajoy su deseo de entrar en el Congreso por si acaso el candidato popular no gana y se abre ya su sucesión. Pero la verdad es que Gallardón tiene razones para exhibir su glamour electoral, más allá incluso del caladero de votos propio del PP. Si no lo hace mejor, si no pacta en la intimidad, sabiendo todo lo que él sabe de cómo hay que acostarse, no es porque sea tonto, sino porque no puede hacerlo de otro modo, al sentirse rechazado por el aparato del PP que domina Ángel Acebes.
No es fácil pactar con Mariano Rajoy. O, en realidad, sí lo es, pero no da resultados. El político gallego es una buena persona y un magnífico analista político pero le cuesta ser un líder. Le cuesta mandar. A Rajoy, en el fondo, le pasa algo similar a lo que le sucede a Gallardón. Ve los problemas que tiene -en su caso se llaman Acebes y Zaplana- pero no es capaz de evitarlos. Seguramente son contradicciones tan humanas como las que tenemos todos, pero en su caso se ven más y, sobre todo, se pagan muy caras. Sólo hace falta ver el lío que hay montado en el PP cuando lo fácil sería que Rajoy prescindiese de Acebes y Zaplana y se presentase junto a políticos como Gallardón, Rato, Camps o Núñez Feijóo. A Piqué ya no se le puede incluir en esa lista porque -harto de los amigos de Aznar- se ha ido. Los otros, todos ellos con aptitudes para ser sucesores, aún no perdieron la paciencia. Están ahí pero no sólo para ayudar...
José Luis Gómez