MADRID 10 Feb. (OTR/PRESS) -
Hay empresarios de izquierdas pero la mayoría o son de derechas o pasan de la política entendida en términos partidarios. También hay militantes del PP que están afiliados a Comisiones Obreras pero la mayoría social de este sindicato es de izquierdas. En la Iglesia española hay muchos curas progres pero su cúpula es conservadora y, por tanto, es más afín al PP que al PSOE. Hay actores, actrices y cantantes de derechas pero los más activos suelen ser de izquierdas y se dividen entre el PSOE e Izquierda Unida, que, por cierto, va perdiendo glamour. Son tópicos, es verdad, pero son también realidades sociológicas que nos pueden gustar más o menos pero que forman parte de nuestro paisaje.
A Mariano Rajoy le llama la atención que el PSOE se rasgue las vestiduras ante una Iglesia que, siendo contraria al aborto y los matrimonios gays, se siente más próxima al PP que al Gobierno de Zapatero, pero que en cambio ve normal que la UGT apoye a los socialistas. Es bien cierto que no es lo mismo un sindicato que una confesión religiosa pero en el fondo a Rajoy no le falta cierta razón en su queja, necesitado como está de que cada oveja vaya con su pareja.
La izquierda española se ha modernizado y aburguesado en términos de marketing político -se puede decir que le gana la partida a la derecha en su propio terreno- pero arrastra el peso de años y años recabando los apoyos de los abajo firmantes. Y no le va mal así -ahí siguen los incombustibles Ana Belén, Serrat, Víctor Manuel, Sabina, Concha Velasco...-, por lo que tampoco hay razones para que cambie. Lo que no estaría mal, si no fuese mucho pedir, es que no dictase los comportamientos del resto, mezclándolos además a todos en el mismo saco. El hecho de que Izquierda Unida se quiera inmolar en los altares de Zapatero no quiere decir que vayan a hacer lo mismo partidos nacionalistas entre los que, por cierto, también hay gente de izquierdas y de derechas, aunque con tanto bipartidismo no lo parezca.
José Luis Gómez