MADRID 20 May. (OTR/PRESS) -
Miguel Sebastián siempre tuvo fama como economista y su buena carrera le condujo a la dirección del servicio de estudios del BBVA, que durante años gozó de cierto prestigio en España. Sus criterios profesionales, condescendientes con la socialdemocracia y críticos con los conservadores, chocaron un día con un banquero como Francisco González, cuya fulgurante carrera dependió del PP de la era Aznar, al que sirvió en bandeja la cabeza del entonces entusiasta Sebastián. Siendo como es el gallego FG, no hizo falta que le insistieran mucho. Él sabe bien cómo hacer méritos.
Sebastián pronto encontró acomodo al lado de Zapatero y cuando éste llegó al poder convirtió a su economista de confianza en director de la Oficina Económica de la Moncloa, un instrumento que se ha demostrado útil en otros países pero que en España no acaba de cuajar, debido a fracasos personales como los de Barea con Aznar o el del propio Sebastián con ZP. Menos mal que éste nombró ministro de Economía a un hombre serio como Pedro Solbes, ya que de haber apostado por Sebastián cualquiera sabe lo que habría ocurrido con esta economía que lleva años deslumbrando a toda Europa.
La fidelidad de Sebastián a ZP quedó más que demostrada al aceptar ser candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid, un puesto que habían rechazado previamente Solana, Felipe González, Bono y María Teresa Fernández de la Vega. Era poco menos que una misión imposible, dada la talla política y la buena gestión del popular Ruiz Gallardón, con el agravante de que ZP estaba metido en un lío al ver que nadie consistente aceptaba su encargo. A Sebastián le pesaba su campaña contra FG, al que intentó derribar sin éxito, porque hizo las cosas mal, pero lo que nadie podía esperar es que un hombre del progresismo sexual hiciera lo que él hizo: entrar en la vida personal de un varón de éxito como Gallardón. Un buen economista no está obligado a ser un buen político, pero al menos debería procurar ser -como todos- una buena persona. Si no tiene papeles contra el alcalde de Madrid, Sebastián está condenado a disculparse públicamente. Y su mentor, el joven presidente, también. Y si los tiene, al juzgado.
José Luis Gómez