MADRID 30 Dic. (OTR/PRESS) -
El balance de legislatura del presidente Rodríguez Zapatero contiene lógicamente más aciertos que fracasos, porque lo hizo él mismo. Le pasa otro tanto al que expuso el jefe de la Oposición, Mariano Rajoy, ya que ambos rehuyeron la autocrítica, salvo para disimular un poco ante la galería. Es lo habitual en la política española, cada vez más sujeta a menos matices y dominada por la crispación. De todos modos, sí hay novedades importantes sobre la mesa: la economía ya aflora como campo de batalla, tras casi cuatro años sin hablar de lo que realmente estaba pasando en el país, y se vislumbran nuevas mayorías parlamentarias.
Si Rodríguez Zapatero obtiene más escaños y recibe el encargo de formar otra vez gobierno, tenderá la mano en primer lugar a los partidos nacionalistas moderados, lo cual supone la vuelta a la política de pactos de Felipe González y José María Aznar. Si eso fuese así, el joven presidente socialista tomaría distancias de formaciones que, como Esquerra o Izquierda Unida, le han permitido sacar adelante una legislatura de la que él mismo se declara satisfecho.
Pero no es ésa la principal contradicción. Su nueva operación tiene muy difícil encaje en Cataluña, donde los mismos socialistas que apoyan a Zapatero en Madrid gobiernan en Barcelona con los socios que ahora ZP considera incómodos, es decir, Esquerra e ICV, la versión catalana de IU. Aunque ciertas cosas que plantea tienen toda su lógica, hay reconocerle a Zapatero que posee una tremenda facilidad para meterse en líos desde una ambigüedad poco o nada calculada. Quizá le salva que su principal contrincante no se queda muy atrás.
José Luis Gómez