MADRID 5 Feb. (OTR/PRESS) -
Los informativos de las televisiones de todo el mundo llevan semanas abriendo con Ucrania. Es normal que así sea. En Kiev se está llevando a cabo una guerra sin cuartel entre Estados Unidos y la Unión Europea por un lado y Rusia por otro. Y si me permiten diré que la intervención de la UE y Estados Unidos es un poco grosera, vamos que se les ve demasiado el plumero por decirlo de manera coloquial.
Pero vayamos por partes. Es evidente que muchos ciudadanos ucranianos están hartos de la corrupción en su país, y que el presidente de Ucrania no es precisamente un modelo de gobernante democrático. Pero eso no es lo que les importa ni a la Unión Europea ni a Estados Unidos, aunque a los dirigentes de ambas potencias se les suele llenar la boca con la palabra democracia dependiendo de la situación. Vamos, que nunca hemos escuchado a Obama o al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rampuy preocuparse por la democracia y los derechos humanos en países como Arabia Saudita, Kuwait, China, etc. Solo les preocupa la democracia y la libertad cuando hay intereses económicos en juego. A la vista está.
Lo que se está jugando en Kiev es ni más ni menos si Ucrania va a quedar bajo la órbita rusa como hasta ahora o va a pasar a ser zona de influencia y mercado de la UE y Estados Unidos. Ni más ni menos. Y en las calles de Kiev se juntan ciudadanos que aspiran legítimamente a que su país forme parte de la UE, junto a otros que están hartos de tanta corrupción. Pero en las calles de Kiev, entre los manifestantes también hay grupos de extrema derecha, xenófobos y antisemitas.
Ucrania es un país demasiado grande y complejo para pretender, como pretenden hacer creer los mandamases de la Unión Europea, que la oposición actual régimen es una oposición homogénea integrada exclusivamente por demócratas y que todos los ucranianos quieren formar parte de la UE, es sencillamente una falsedad. Y es que Ucrania tiene dos almas, un alma rusa, y un alma europea, y eso provoca tensiones y desgarros en la sociedad ucraniana.
Desde Estados Unidos y la UE se está apostando fuerte porque Ucrania rompa con Rusia, y hay que reconocer que lo está haciendo sin disimulos. Rusia en este caso está perdiendo la batalla de la propaganda por más que el su ministro de Exteriores, Serguéi Lacrov, o el propio Putin, ha señalado lo insólito que resulta que ministros europeos se manifiesten en las mismas calles de Kiev y se pregunta que opinarían los que hacen esto si hubiere ministros rusos en manifestaciones europeas contra los gobiernos de turno o cómo es posible que desde la UE se respalde la violencia y la ocupación de edificios públicos o que entre los manifestantes se coreen consignas racistas.
¿Permitiría algún gobierno de los países de la UE que entre quienes se manifiestan contra sus políticas terminaran asaltando edificios públicos?. A estas preguntas ni Putin ni Lacrov han recibido respuesta. Tampoco los dirigentes de la UE le dicen a los ucranianos que para formar parte del club europeo les van a exigir una serie de condiciones draconianas que les va a empobrecer aún más, porque en definitiva lo que la UE ve en Ucrania es solo un mercado, un gran mercado al que conquista.
Pero Putin y Lacrov se equivocan en un punto y es el de mantener su apoyo al presidente Yanukovic que no es que esté "quemado" es que está abrasado y llegado a este punto lo más saludable es que convocara elecciones generales. El error del presidente ucranio no es apostar por Rusia, su verdadero problema es la corrupción y que gobierna con métodos pocos democráticos. Buena parte de los manifestantes protestan no tanto por su deseo de formar parte de la UE si no porque están hartos de un régimen corrupto y quieren que se produzca el cambio.
Es una batalla tan sorda como ávida y sucia la que están jugando las potencias en suelo ucraniano sin que ni a unos ni a otros les importen los ciudadanos.