Actualizado 15/06/2010 14:00

Julia Navarro.- Escaño Cero.- Una discusión inútil.

MADRID, 15 Jun. (OTR/PRESS) -

La Ley de Libertad Religiosa le viene al Gobierno como agua de mayo. Mientras por un lado recorta derechos sociales, por otra hace un guiño a los sectores de izquierda con una ley que quiere convertir a nuestro país de aconfesional, como dice la Constitución, en laico. Y claro todos picamos, unos y otros nos ponemos a opinar sobre las bondades, o maldades, de la ley, a discutir como si nos fuera la vida en ello, a dividirnos entre buenos y malos, entre progres y carcas. Es una táctica de la que se ha venido sirviendo el presidente Zapatero cada vez que ha tenido dificultades. Así que en vísperas del decretazo de la reforma laboral, mientras los trabajadores asisten atónitos a ese recorte de derechos, la discusión se desvía hacia los crucifijos y las procesiones, así que vamos allá.

Verán, a mí me parece que lo que no se puede es borrar por el decreto las señas culturales de un país. Y el cristianismo es más que una creencia religiosa, es la médula de Europa. Sin los griegos, los romanos, el judaísmo y el cristianismo no se puede entender Europa, de manera que no nos podemos entender nosotros mismos. Somos lo que somos porque venimos de donde venimos, de manera que borrar el cristianismo significa borrar una parte sustancial de nuestra cultura y de nuestra razón de ser y entender la vida.

Vaya por delante que me parece imprescindible la separación de Iglesia y Estado, que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, y que nuestro país sufrió durante muchos años esa conjunción de los dos poderes. Pero dicho eso, hay un terreno por en medio por el que caminar, que es el que el Gobierno se prepara a borrar. Verán, me parece estupendo que quienes vienen a vivir entre nosotros, si pertenecen a otra cultura o religión, puedan desarrollar libremente sus creencias, pero no me parece que ese respeto a las creencias de los demás pueda ser a costa de las nuestras.

¿A quién le hace daño un crucifijo? ¿A quién le molesta una procesión de Semana Santa? ¿Dejarán de ser días de fiesta el jueves y viernes Santos? ¿No podrán participar de las procesiones sevillanas, pongo por caso, el alcalde o el presidente de la Comunidad? ¿El desfile de la Legión en la más popular de las procesiones de Málaga quedará prohibida? El cristianismo está imbricado en las más arraigas costumbres de nuestro país, pero puede que nuestro Gobierno se atreva a abolir la Navidad y la Fiesta de los Reyes Magos.

Siempre he defendido que quienes no quieren participar de estas fiestas de origen cristiano deben de poder trabajar, pongamos por caso, el día de Navidad. Nadie obliga a cantar villancicos ni a comer pavo. El que quiera debería de ir a trabajar como si fuera un día más, porque lo que no sería de recibo es que se intente sustituir la Navidad por "fiestas de invierno" y a los Reyes Magos por el "Abuelo Invierno" como en la extinta Unión Soviética. Pero es que, además, me sorprende esa beligerancia contra el catolicismo y el cristianismo y esa admirable tolerancia hacia el resto de las religiones, tanto que aquí se permiten campar a sus anchas a sectas consideradas peligrosas.

Me pregunto si en nuestro país era tan necesaria y urgente esa Ley de Libertad Religiosa, como si no hubiera libertad religiosa y nuestro Estado, tal como dice la Constitución, no fuera aconfesional. Lo que el Gobierno no puede ignorar, por más que se empeñe, es que la mayoría de los ciudadanos continúan siendo católicos y que por más desacuerdos que pueda tener con la Conferencia Episcopal Española no puede llevar su animadversión a ignorar la Historia y las creencias de los españoles. Pero por lo pronto ha conseguido su objetivo, ya estamos todos discutiendo sobre la futura Ley de Libertad Religiosa.

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