MADRID 6 Dic. (OTR/PRESS) -
La Constitución vuelve a cumplir año y casi me atrevería a decir que podemos respirar con alivio de que sea así. Hace cuatro años nadie dudaba de que la Constitución del 78 tenía aún mucho recorrido, que estaba en forma, porque responde plenamente a las exigencias de una sociedad moderna y democrática como la española. Pero en estos últimos años la verdad es que la Constitución ha sufrido algunos envites, y hoy desde algunos partidos nacionalistas se la cuestiona abiertamente porque la ven como el muro que pone coto a sus afanes independentistas.
No es que me haya dado un ataque de pesimismo, es que en estos momentos tenemos una clase política más preocupada por la política pequeña que por los intereses generales. Tampoco el Tribunal Constitucional está en su mejor momento. Nunca como ahora los ciudadanos hemos podido visualizar su politización. Jueces conservadores contra jueces progresistas y lo que eso supone es que quienes deberían de interpretar la Constitución de acuerdo a su letra y su espíritu por lo que parece la interpretan de acuerdo a su adscripción ideológica. Así nos encontramos con que el Tribunal Constitucional está medio paralizado con sus miembros peleándose entre sí, descalificándose los unos a los otros, eso sí, con la inestimable ayuda de los dos grandes partidos políticos que libran también sus batallas en el Alto Tribunal. Por si fuera poco, a éste Tribunal Constitucional le correspondería decidir sobre la constitucionalidad del Estatuto de Autonomía catalán, y ya tiene el aviso de los nacionalistas catalanes de que no van a tolerar que se diga que el nuevo Estatuto no es constitucional.
Lo cierto es que la Constitución ha sufrido unos cuantos envites con la reforma y elaboración de los estatutos de autonomía, y lo peor es que pueda sufrir unos cuantos más. Naturalmente que una ley, por importante que sea, no tiene por qué durar eternamente, pero lo cierto es que nuestra Constitución parecía tener largos años de vida por delante porque realmente se adapta y responde a las exigencias de una sociedad moderna y democrática. Lo peor es que el día de la Constitución se ha convertido solo en un "puente", y que año tras año los políticos nacionalistas aprovechan para hacer visible su invisibilidad en su celebración. Creo yo que el seis de diciembre debería de ser la Fiesta Nacional, pero cada año parece más imposible que el día de la Constitución sea el día de todos. Aún así y llevada por el optimismo ¡larga vida a la Constitución!
Julia Navarro-