MADRID 4 May. (OTR/PRESS) -
El debate entre los dos candidatos a la presidencia de Francia, Segolene Royal por el Partido Socialista, y Nicolás Sarkozy por la conservadora UMP, fue un claro reflejo del inmovilismo de la escena pública francesa. La señora Royal desgranó una tras otra las propuestas de la vieja izquierda. Su discurso permanece anclado en la década de los setenta y se limita a ofrecer más gasto público, más impuestos, más intervención del Estado. "Sarko", lo más moderno de la derecha gala, plantea una alternativa a lo Lampedusa, esto es, "es necesario cambiar algo para que todo siga igual". La posición de ambos muestra el terror de los políticos del Hexágono a plantear un cambio real en un país que se ha convertido en el enfermo de Europa.
Ante este panorama, la pregunta es clara: ¿Cuál es la opción menos mala para Francia? La respuesta es Sarkozy. Si Royal ganase los comicios, el Hexágono vería acentuarse todos sus problemas. La dirigente del PSF quiere profundizar en la estatización de la economía que es precisamente el principal obstáculo para relanzar la economía y salir de la franco-esclerosis que atenaza las energías productivas del país. En esta tesitura, las tesis de Sarkozy, a pesar de su tibieza, parecen "revolucionarias" ante las ideas prediluvianas de la líder socialista. Por otra parte, quizá Sarkozy sea más audaz en las reformas si llega al Elíseo. La esperanza es lo último que se pierde.
En cualquier caso, la confrontación televisiva entre Royal y Sarkozy recordaba los vetustos debates de los años setenta de la pasada centuria en lugar de una discusión de ideas propia del siglo XXI. Ninguno de los dos parece asumir el discurso de la izquierda y de la derecha modernas en un homenaje a la "excepción" francesa. La alternativa es entre el estatismo moderado de Sarko y el radical de Segolene, un desastre para los franceses. Dicho esto, en opinión de quien escribe estas líneas, Royal fue más televisiva y conectó mejor que el candidato derechista con los espectadores. Sarko quiso moderar su imagen y apareció anodino y sin "punch" ante las cámaras.
Lorenzo Bernaldo de Quirós.