MADRID 9 Dic. (OTR/PRESS) -
El optimismo de lo 'económicamente correcto' está dando pasos a marchas forzadas a una visión bastante más negativa sobre el horizonte inmediato de la economía española del que el grueso de la profesión preveía hace unos meses. La idea de un crecimiento inferior al 3 por 100 en 2008 parecía un gesto de catastrofismo, un augurio políticamente interesado de los enemigos del gobierno que no querían asumir que el PSOE presidía un período de bonanza interminable. Ahora uno tras otro los datos son malos y las previsiones empeoran. El último jarro de agua fría acaba de ser ofrecido por la OCDE que proyecta un incremento del PIB del 2,5 por 100 el año próximo, lejos del 3,3 por 100 establecido, como objetivo, por el gobierno.
La idea de que la economía española pudiese desacelerarse casi en la mitad en un solo año resultaba inimaginable para muchos hace unos meses. Quienes planteábamos un ajuste duro en 2008 éramos tildados de catastrofistas. En estos momentos, el escenario trazado por la OCDE puede incluso resultar optimista. Si la restricción crediticia se mantiene, la construcción prosigue su trayectoria bajista, los precios de la vivienda comienzan a caer y el petróleo se instala en los contornos de los 100 dólares/barril, el gasto privado, la inversión y la actividad se van a contraer con mayor intensidad y el PIB puede ralentizar su ritmo de crecimiento hasta el 2 por 100.
Por añadidura, una economía española creciendo a tasas del 2,5 por 100 es difícil que cree empleo e improbable que no lo destruya. En concreto, el paro ha iniciado una clara tendencia alcista en la construcción que se acentuará en el futuro cercano. Esto se ha terminado. La fiesta acabó y la cuestión es si España se va a instalar en una situación de bajo crecimiento durante mucho tiempo o no. Mi apuesta es un período de escaso dinamismo de la economía, con inflación y desempleo elevados y con unas economías domésticas ahorrando para pagar los excesos de la larga parranda.
Lorenzo Bernaldo de Quirós