MADRID 19 Ene. (OTR/PRESS) -
Croan las ranas en la charca de los votos y una mujer que fue hermosa decide huir de la vida en Alicante. Alicante es una ciudad construida para ver el mar y dar la bienvenida a la luz, y esta mujer francesa, que amaba el mar y la luz, fue feliz junto al Mediterráneo hasta que una enfermedad incurable -la esclerosis lateral amiotrófica- la confinó a un sillón del que sabía que nunca se levantaría, porque cada mañana amanecía con una vuelta de tuerca hacia el empeoramiento.
Los renglones de la vida siempre parecen torcidos, y cada uno dispone de su voluntad y de sus intuiciones, de su inteligencia y de su sensibilidad, para decidir qué hacer en este valle de reglamentistas.
El debate sobre la eutanasia voluntaria es algo muy serio que debe abrirse a la sociedad, y que se hurta porque son de esos asuntos que obligan a discurrir y nos coge desentrenados. ¡Se vive tan cómodo en el maniqueísmo! Sólo tienes que saber que perteneces al grupo de las ranas buenas para llegar a la conclusión de que las otras ranas son malas. Si no piensan como tú, tienen que ser malas.
Croan las ranas y, por esta sociedad, tan obcecada como partidista, cruza el tembloroso pensamiento de una mujer al borde del mar y de una sublime decisión, en la linde oscura que separa la vida de la muerte, y decide huir de la playa de la vida, y adentrarse hacia los confines de Pontos, donde acaso las aguas caen hacia un ignoto abismo. No estaba dormida en un aparcamiento volado por asesinos, sino lúcida y consciente. No tenía proyectos que quedaran destrozados por una bomba, sino ese desaliento tan oscuro que ya no admite la más leve luz de esperanza.
Me ha impresionado la decisión de esta mujer, porque podría haber sido la contraria. Con el mismo derecho. Ese derecho a ilusionarse con la luz o a pensar que tenemos que huir, cuando llegue el ocaso y, al fondo de la mochila, solo quede el negro polvo de la tristeza.
Luis Del Val.
www.luisdelval.es