MADRID 3 Ago. (OTR/PRESS) -
El azar hizo que mi abuelo fuera destinado a Ribaforada, y allí nació mi padre. El próximo sábado estaré en Corella, en la boda de la hija de un amigo, y recordaré parte de mi adolescencia y juventud, pasados en Tudela. Quiero decir que ni Mariano Rajoy, ni la Ejecutiva Federal del PSOE me tienen que interpretar cómo es Navarra, porque también conozco los valles navarros... de nombre, pero totalmente vascos.
Recuerdo, en los primeros años de la transición, que unos insensatos y futuros batasuneros, sacaron una ikurriña en la plaza de toros de Tudela y una pancarta en la que se reivindicaba la irremisible vasquedad de Nafarroa. Menos mal que la Guardia Civil estaba allí y defendió la integridad física de los amigos de los terroristas que por aquél entonces, por cierto, asesinaban a guardiaciviles cuando podían, porque de no estar allí los agentes, los ostian. Los imbéciles de "ETA, mátalos" fueron defendidos por las presuntas víctimas, y pudieron abandonar la plaza de toros sin una puñada. Esta misma Guardia Civil, en caso de un partido de fútbol entre el Mirchante y el Ribaforada, se escaqueaban sabiamente si los del equipo local gritaban la consigna de "¡A la acequia!", y cuyo resultado era que el árbitro se bañaba, quisiera o no, fuera invierno o verano.
Hay un porcentaje de vasco navarros y otro porcentaje -que ocupa no sólo la Ribera, sino un amplio territorio- que jamás querrá ser un apéndice, un añadido del País Vasco.
Así son las cosas. Pacten los socialistas con Nafarroa, no pacten, se dediquen a la masturbación mental o a la vida contemplativa. A esos navarros ya les pueden poner ikastolas en el jardín de infancia y hacerles transfusión de ikurriña en vena, o regalarles las obras completas de Sabino Arana, al final de cada curso. Dará lo mismo. En la Ribera cantan jotas y blasfeman con naturalidad tradicional y sin malicia. Y los de Nafarroa Bai, gobiernen o no, ya pueden despedirse de sus sueños.
Luis Del Val.
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