MADRID 1 May. (OTR/PRESS) -
Mientras el capitalismo se hace trampas en los solitarios del libre mercado, que es tan libre como un liberal en Cuba, y es cómplice de la corrupción, que es la carcoma de la democracia, emerge un retromarxismo de viejo cuño en el continente americano -el sur también existe- que en el continente europeo suena como la doctrina de los alquimistas del medioevo.
Y, si los alquimistas estaban convencidos de encontrar la fórmula mágica para convertir el plomo en oro, los "retromarxistas punto ton" explican al vulgo que el remedio de todos los males tiene solución gracias a las nacionalizaciones. Nacionaliza que algo queda. Quedan comisiones en un sistema que, cuanto más autoritario y demagógico, se vuelve menos transparente, y basta repasar la historia de las nacionalizaciones durante el siglo pasado para darse cuenta de que es mendrugo para hoy y hambre para mañana, con la salvedad de unos cuantos corruptos que se arreglan un plan de pensiones generoso para toda su vida y la de la generación familiar siguiente.
Si el ligero meneo de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y la intromisión gubernamental en el culebrón de opas sobre Endesa, ha generado una discreta salida de capitales invertidos en España, imagínense el entusiasmo que existe en invertir en los países acaudillados por los "retromarxistas punto ton".
Se trata de una especie de gilismo internacional que, apoyándose en la supuesta y definitiva redención de los pobres, con un poco de marxismo cosecha de guerra fría, se pone al baño maría de la facundia y produce un embaucamiento generalizado que encumbra a los Demóstenes de cartón. El contagio comienza a ser preocupante. Ya lo era la recuperación de Cuba, pero el sarampión, en lugar de remitir, se ha vuelto contagioso. Revolución o muerte. Como dijo una vez Vicent, se trata de un pleonasmo. Primero, viene la revolución y, enseguida, la muerte.
www.luisdelval.com