Luis del Val.- El vino que tiene Asunción

MADRID 6 Feb. (OTR/PRESS) -

La semana pasada, a través de unas charlas, estuve en contacto con alumnos de algunos institutos de la provincia de Zaragoza, y, aprovechando que el Ebro pasa por por allí, me dieron a probar vinos, para mí desconocidos, de Calatayud y Cariñena. Buenísimos. No hace muchos años, camiones-cisterna se llevaban el vino de Cariñena a Burdeos para añadir azúcar y grado a través del coupage, y, desde La Mancha, llegaba vino a Rusia, vendido como alcohol, para ayudar a la fabricación del vodka.

A fuerza de inversiones, paciencia y enología, la industria del vino ha logrado que, en cualquier parte de España, el antaño vino de alta graduación y paladar áspero, sea hoy un caldo grato, refinado, que se puede codear con la producción de cualquier bodega extranjera, incluidas las francesas. El sector está sometido a una fuerte competencia: un mercado interno menguante, que se decanta por la cerveza, y un mercado exterior que apenas puede competir con las ayudas estatales, encubiertas o no, de otros países, como nuestro vecino francés, que apoya con firmeza el sector, y con la aparición de bodegas emergentes, procedentes de Chile y California.

Ante esos problemas nuestros vinateros luchan con denuedo, pero no se imaginaban que les iba a salir un enemigo en casa, a través del Ministerio de Sanidad y su proyectada ley, que le puede dar la puntilla al vino. Me dicen que se presiona a los médicos para que, a través de los colegios emitan un texto que demuestre lo perjudicial que es el vino. Los cardiópatas nos han dicho que era saludable, pero ahora nos pueden decir la necedad de que, si se abusa, el vino es malo. Naturalmente. Y si se abusa de las aspirinas, de la morcilla y del pan. Te comes cinco kilos de pan y te mueres, pero hasta el momento no parece que el pan vaya a ser considerado peligroso por nuestro peligroso ministerio de Sanidad, que permitió a Noé plantar vides, porque ellos no existían en tiempos del Génesis.

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