El 'efecto desalojo'

Europa Press Sociedad
Actualizado: miércoles, 24 septiembre 2008 18:34

Nada se salva de la amenaza devastadora de la crisis. Cae la confianza, se arruina el optimismo y hasta dogmas inexpugnables se desmoronan a la misma velocidad con la que se destruye el empleo. El discurso gubernamental sobre la inmigración ha sido uno de los primeros. En sólo unos meses, el pánico a la tempestad ha barrido aquel repertorio de "literatura sagrada" que glosaba las contribuciones de los inmigrantes al crecimiento de la economía española.

El nuevo y exitoso "best seller" se titula: "Los españoles primero", que en boca de Le Pen suena a muy facha, pero que dicho por un socialista, es valorado como un prudente ejercicio de pragmatismo. El fuego purificador, imprescindible según Pedro Solbes para limpiar y sanear la economía española, ha consumido también vertiginosamente todo el legado filantrópico del ex ministro Caldera.

El "papeles para todos" es ya una herejía. También ha pasado a mejor vida el arraigado culto a la reagrupación familiar, esa eficaz fórmula para vaciar pueblos enteros y facilitar la llegada infinita de nuevos inmigrantes, habilidad que sólo Jesucristo había acreditado con anterioridad en el milagroso episodio de la multiplicación los panes y los peces.

Ahora, la Madre Patria, acuciada por las malas previsiones metereológicas, ha cambiado de doctrina. Del efecto llamada se ha pasado al efecto desalojo. Se le abre la puerta, se le dan facilidades, casi se empuja a aquellos inmigrantes que hasta hace poco eran considerados imprescindibles para mantener el nivel de bienestar de los españoles. -¡Muchacho, coge los bártulos, el subsidio de desempleo y a ver si te montas algo en tu pueblo de Ecuador o Bolivia"!, es el resumen de la nueva situación.

Poco les ha durado la condición de "nuevos españoles", que era otra de las expresiones que se acuñaron en aquella temporada en la que el aeropuerto de Barajas perdió su condición de frontera y las pateras llegaban a las costas con la frecuencia y puntualidad de una línea regular. Los inmigrantes eran necesarios, se decía también entonces, porque ocupaban empleos que rechazaban los españoles.

Pero ahora que el huracán aprieta, todos los viejos y alegres dogmas están en revisión. "Los españoles ya no quieren recoger fruta, hacer limpiezas o cuidar a los mayores", se ha vuelto a argumentar con ocasión de la propuesta del ministro Corbacho de reducir casi a cero el cupo de trabajadores extranjeros temporales. ¿Y de qué van a vivir los españoles? La nacionalidad conlleva algunos derechos, pero no garantiza ni la calificación profesional ni un empleo bien renumerado.

Todo dependerá de la perseverancia del temporal. Si no amaina y va a mas, los españoles volverán a codiciar una plaza de sepulturero, una calle para barrer, una casa para limpiar por horas o una barra para servir cañas. También un jornal para recoger fresas o apañar uvas. Tiempo al tiempo. Salvo que el PER se haga universal y garantice subsidios vitalicios para todos.

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