RETORICA PARA LA CRISIS

Europa Press Sociedad
Actualizado: viernes, 6 febrero 2009 14:52

"San Barack Obama, ruega por todos nosotros". La fe es ya la doctrina económica dominante. Hasta un país tan laico y descreído como España lo fía todo al advenimiento del milagro. La salida de la crisis no vendrá del ahorro, las reformas o el trabajo. Como la llegada de la propia recesión, será un hecho sobrenatural, un fenómeno mágico del calibre de aquel: "Lázaro: levántate y anda".

Un día, de repente, al levantar la vista, habrá escampado, lucirá el sol y la felicidad volverá a llenar de gozo a los angustiados corazones. De nuevo se creará empleo y España será otra vez, como en los proféticos mítines de la campaña de las últimas elecciones generales, el mejor país del mundo para que nazca un niño.

La retórica es ya la primera actividad intelectual y productiva de España. Se hunde la construcción, la industria del automóvil, los servicios, el consumo y hasta los ingresos del turismo, pero su hueco sólo lo ocupa una virtual industria especializada en la difusión de eslóganes, argumentarios y frases de esperanza. De sus prolíficos y creativos talleres salió "la España de la Champions". También que la crisis era sólo americana y más tarde que éramos el país europeo mejor preparado para superarla.

Ahora, ante la evidencia del desastre, se apuesta por el recurso a la confianza, el consumo de productos nacionales, las invocaciones a "San Barak Obama" o el poder sanador de las políticas socialdemócratas. También se ensaya con patentes nuevas, del tipo del "pesimismo no crea empleo", tal vez el primer y único fruto del que iba a ser nuevo modelo de crecimiento de I+D español.

Y sin embargo, los tiempos requerirían elevarse sobre la retórica, admitir y asumir ya que España es una país angustiado, un enfermo grave, cuya salud no se recupera administrando dopantes dosis de confianza y píldoras de optimismo. Ya importa muy poco si el presidente del Gobierno mintió o se equivocó en el mes de marzo. Como en el 59, como en el 77, la situación es de emergencia nacional. Se sabe en la calle, pero lo repite el Banco de España, la Comisión Europea, el FMI o los servicios de estudios de los grandes bancos. La pregunta no es si llegaremos a los cuatro millones de parados, sino en cuántos meses y si ese será el límite.

La propaganda, como el viejo romancero, ha convertido en una gesta que el presidente vaya a la televisión y se encierre con 100 españoles. Pero en estas circunstancias, "dar la cara" debería significar asumir la gravedad los hechos, tomar medidas aunque sean impopulares, apelar si es necesario a la épica del "sangre, sudor y lágrimas", reconocer que somos más pobres y que aún lo seremos más.

Son tiempos de señalar un camino conjunto, de definir un proyecto a cinco, diez o quince años, de convocar a todo el mundo, y con humildad, mucha humildad, discutir, ceder y pactar. Quien tiene la mayor responsabilidad en la crisis, no está autorizado para dar lecciones. Su primer deber es aprender a escuchar.

Sí, hay que cambiar de modelo productivo. ¿Pero cuál es el modelo? Eso es lo que deberían discutir y pactar el Gobierno y la oposición. Y a continuación o al mismo tiempo, hablar con rigor de educación, productividad, índices de absentismo laboral, las prioridades del gasto social, emigración y sobre todo del derroche y la ineficacia de las diversas y plurinacionales formas que en España adopta la burocracia. ¿Hasta cuándo es sostenible un modelo de Administración que ya acumula más de tres millones de funcionarios?

"De esta crisis, se sale", se repite como un dogma. Pero se saldría antes y mejor con austeridad y sacrificio, midiendo en qué se gasta hasta el último céntimo de euro, trabajando por un gran acuerdo, que no sea ni socialista, ni popular, sino de todos y que tenga el arrojo de bajar al quirófano y enfrentarse con el bisturí en la mano a la verdadera gravedad del enfermo. La fe a su manera, claro está, también puede ayudar. Pero, los milagros , además de escasos, hay que trabajarlos. No basta con poner velas a "San Barack Obama" y rezar jaculatorias implorando al poder curativo del gasto y el déficit público.

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