Suspense en el Telediario

Europa Press Sociedad
Actualizado: viernes, 29 febrero 2008 19:50

Los desiertos avanzan todos los días a la hora del telediario, mientras una pareja de osos polares contempla con mirada perdida la superficie de hielo que se acaba de separar de la gran masa helada del Artico. La crónica del "Apocalipsis" es ya una sección fija en los informativos de televisión. El Planeta está enfermo, pero tampoco debe ser nada bueno para la salud nerviosa de sus moradores, esa sucesión de imágenes simuladas por ordenador, en las que grado a grado, se derriten los Polos, se evaporan los ríos, se secan los bosques y al final la Tierra acaba convertida en un cadáver del color de un pollo asado. Es la tesis, por ejemplo, del último documental de National Geographic: "Seis grados que podrían cambiar el mundo", cuyo narrador aventura para nuestras frágiles e inciertas vidas un destino similar al del "Día del Juicio Final".

Los colegios de médicos y hasta las asociaciones de telespectadores deberían quejarse, decir algo. No hay corazón que aguante, por muy fuerte y sano que esté, este ritmo de hecatombes y catástrofes naturales. Desayuna uno con los glaciares que retroceden en Groenlandia, y a la hora del almuerzo, las aguas del deshielo ya han llegado a los océanos, que desbordados empiezan a engullir las costas de Andalucía y Levante . En la cena toca extinción de selvas tropicales, pertinaces sequías y fuegos devastadores. ¡Uhhh! ¡No hay dieta mediterránea que proteja al cuerpo de tanto susto!


Cuando se materialicen las profecías, ya no estaremos. Habremos muerto antes de hipertensión o pánico. Alguien deberían pensar en los aprensivos, en los impresionables, en los niños que antes temían al coco y ahora se van a la cama aterrados, con las historias del cambio climático. El Defensor del Menor y el del Pueblo deberían intervenir, exigir a las televisiones que los informativos sobreimpresionen un aviso del tipo: "Estas imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador" ¿De qué sirve poner dos rombos a la película de Alfred Hitchcock, si el suspense, el auténtico terror está en las noticias que le anteceden?

¡Salvemos el Planeta! ¡Todavía estamos a tiempo!, se desgañita ahora ese Ejército de Salvación en el que militan algunos ecologistas sinceros, políticos oportunistas y una parte del capital que ha visto en la limpieza de lo que siguen ensuciando, un nuevo filón para continuar haciendo grandes negocios. La conciencia ecológica está en auge, aunque aquí nadie se baja del coche, menos si es oficial, y las selvas del Amazonas continúan perdiendo cada año millones de hectáreas de bosque.

Lo importante, ya se sabe, no son los resultados, sino conectar con la onda del discurso dominante. ¿Qué hay que concienciarse? Pues nos concienciamos. Pero de momento, nadie ha ganado unas elecciones por reducir la emisión de gases de efecto invernadero. El consumo masivo, por supuesto "ecológicamente sostenible", sigue siendo el único patrón de bienestar y crecimiento.

Los dos osos polares de la tele pueden seguir dando vueltas sobre el tempano helado. Tal vez alcancen a oír algunas buenas palabras de solidaridad. Pero debajo de sus patas se oculta un tesoro de recursos energéticos. Van apañados si su salvación implica renunciar a la comodidad y a los hábitos de consumo adquiridos. El fuerte compromiso ecológico sólo sirve de momento para plantar un pino, bajar un día a descubrir el metro o degustar una buena botella de vino ecológico.

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