MADRID 15 Ago. (OTR/PRESS) -
No seré yo quien niegue la justeza del movimiento crítico contra la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, siempre que lo pusiéramos dentro del contexto de responsabilidades compartidas por todos los sectores implicados en los graves problemas infraestructurales y de servicios de Barcelona y su comarca. Porque me parece del género surrealista cargar todo contra Magdalena y exculpar a los demás, ya sean Administraciones, ya sean empresas. La ministra ha dado cuenta de la gestión de su Ministerio, ha pedido disculpas y ha apuntado a los demás. Pero es que esos "demás" no han pedido ningún género de disculpas, aun en el caso de los más responsables, al menos de una manera directa, de los desmanes en los servicios públicos, lo que indica la cara dura que hay que tener para comportarse de tan excelsa manera. Ni siquiera digo que no a las peticiones de dimisión contra Magdalena, con tal de que dimitieran también todos los demás responsables, en la Generalitat, en el Ayuntamiento, en Endesa, en Red, etc.
La situación creada estas semanas en tierras catalanas tiene demasiadas vertientes como para despacharla con uno o dos gritos de guerra. Y el plumero se le ha visto a demasiada gente como para creer en su limpia solidaria con la ciudadanía catalana, por ejemplo, después de haber combatido a esa misma ciudadanía con armas y bagajes durante meses y meses, con motivo del Estatut o de lo que no es el Estatut. Resulta que toda la polvareda levantada, a parte de lo justo y de lo injustísimo de muchas críticas, tiene el aspecto muy positivo de haber recuperado la crítica basada en hechos concretos y reales, lejos de las canalladas de los inventos en torno a la lucha antiterrorista, a la ruptura de España en pedacitos o a las mochilas del 11-M. Estamos, señoras y señores, ante la recuperación de la crítica y de la oposición política a la altura de los países democráticos, que nunca se pueden ni se deben permitir el lujo de envilecerse hasta los extremos en que este país se ha envilecido en los tres últimos años. Y ahora, que Magdalena dimita, si lo tiene a bien.
Pedro Calvo Hernando.