MADRID 24 Nov. (OTR/PRESS) -
Andan un poco enloquecidos nuestros políticos, con los nervios a flor de piel, con el ánimo siempre presto para zaherir al adversario, para exagerar los merecimientos propios y los deméritos ajenos. Claro, las elecciones se acercan mucho más deprisa de lo que parece y sólo faltaban los sondeos demoscópicos para terminar de poner a todo el mundo al borde de la locura. La encuesta del CIS pone las cosas al rojo vivo, pues la ventaja que atribuye al PSOE sobre el PP es pequeña, aunque otras encuestas -el Pulsómetro, la de "El Periódico", por ejemplo,- alargan la distancia a seis y más puntos. En todo caso, la impresión general es que el asunto no está decidido y que el PSOE necesitará que sus votantes no se desmovilicen y el PP precisará alguna incidencia en el electorado de centro, por mencionar dos de las circunstancias más comentadas. Así las cosas, los observadores estamos ya metidos en esta campaña que no sé por qué se empeñan en llamar precampaña.
El PP ha sabido encontrar un buen filón con el tema de la economía, aprovechando que los datos ya no son tan favorables como en los últimos años, dando la impresión de que desean a toda costa que las cosas se pongan peor, convencidos de que eso les favorecerá en las elecciones. Por otro lado, en ese partido las actitudes andan muy divididas sobre la utilización o no de las obsesiones de toda la legislatura, sin tomar una decisión clara sobre si entierran el ácido bórico, los pedacitos de la España rota, los añicos de la familia destrozada o la rendición ante ETA. El PSOE juega con la ventaja de la distancia sideral que todas las encuestas registran entre la valoración de Zapatero y la de Rajoy y el hecho de que, con mayor o menor diferencia, los sondeos siempre les han dado como favoritos. Sorprende un poco que no hayan sido capaces, teniendo a Pedro Solbes ahí, de desarbolar del todo las pamplinas inconsistentes de las propuestas económicas y fiscales del partido de Mariano Rajoy. En fin, entramos en el tobogán electoral y ahí Zapatero y Rajoy se juegan su vida política, lo que dramatiza más la situación.
Pedro Calvo Hernando.