MADRID 24 Mar. (OTR/PRESS) -
La derecha le ha cogido el gusto a la agitación callejera, sin percatarse de que esa práctica sólo tiene sentido cuando se trata de reivindicar causas nacionales o en las que se persiguen fines muy enraizados en la conciencia popular. Lo que está haciendo la derecha no parece que le reporte beneficios electorales, a juzgar por los sondeos. Eso no es de extrañar porque la calle merece un grandísimo respeto y solamente se la debe utilizar para reflejar en ella vivencias, deseos y aspiraciones mucho más allá de los groseros e inmediatos intereses partidistas o electoralistas.
El conjunto de los españoles ya sabe mucho de esto y tiene bien claro que el uso abusivo e irreflexivo de la calle luego pasa una factura bien contraria a los deseos más fervientes de los abusadores. Cuando se dice ahora que la derecha ha robado a la izquierda el gusto por la calle no se está diciendo toda la verdad, porque en los últimos años la izquierda y la España progresista sólo han recurrido a la calle para la defensa de causas bien nobles y bien sentidas en la conciencia popular.
No es lógico, normal ni aceptable eso de echarse a la calle una o más veces por semana para descalificar absolutamente todo lo que hace el Gobierno, tarea, además, en la que no les acompaña ningún otro partido o grupo ideológico de distinto signo que el suyo. Y todavía es más absurda la monomanía cuando en muchas ocasiones la extrema derecha y sus signos y gritos se les encadenan al brazo y entre todos generan un espectáculo muy cercano al fascismo que creíamos olvidado. Mucho más absurdo cuando resulta que el PP no es un partido fascista, sino uno de los grandes partidos de la democracia, de lo que tendría que ser consciente en todo momento y no caer en posiciones y en pronunciamientos tan cercanos a aquellos sectores. Sólo les faltaba ir del brazo con los fascistas para insultar al fiscal general del Estado en relación con el tema Otegi o declarar el boicot de presencia a todos los medios informativos del grupo PRISA. Lo que hacen es asentarse cada vez más en la extrema derecha.
Pedro Calvo Hernando.