MADRID 3 Nov. (OTR/PRESS) -
La cúpula del PP se agarra a clavos ardiendo ridículos al tiempo que sigue mintiendo desaforadamente, ahora ya ofendiendo de lleno a la inteligencia de los españoles. Bueno, antes también. La sentencia es atrozmente demoledora de toda la estrategia del PP y adláteres durante más de tres años. Y no necesitaba señalar a nadie como autor intelectual porque ya se habían señalado ellos reiteradamente: el terrorismo yihadista, con nombre de Al Qaeda u otros semejantes. En el mismo juicio, varios acusados, además, dejaron claro que el impulso de los atentados del 11-M había sido la participación del Gobierno español en la guerra de Irak.
El propio Osama Bin Laden, en diversas ocasiones, pero señaladamente en aquel vídeo de octubre de 2003, había remachado que la culpabilidad del Gobierno de Aznar en Irak provocaría una venganza histórica, cosa que, desgraciadamente, se cumplió, nos creamos o no a pies juntillas la vinculación directa Irak-11-M. Zapatero nunca lo vinculó, con lo que no sé a qué viene la sandez de Zaplana de exigir que diga que Irak no fue.
A la cúpula del PP le importan las fatales consecuencias políticas para ellos de la sentencia más que el dolor de las víctimas, a juzgar por el espacio dedicado a uno y otro asunto. Siempre igual. No salen de su noria trágica, cuando desde antes del verano parecía que lo intentaban, al menos Rajoy. Pero a éste le faltó tiempo para meter la pata hasta el corvejón nada más conocido el resumen de la sentencia. A lo mejor no sabe o no le dejan liberarse de las horrendas obsesiones del 11 y del 14-M, digo yo en un acto de misericordia. Quizá por ello tampoco dimiten de sus actuales cargos Aznar, Rajoy, Acebes, Zaplana, Astarloa, Mera, Jaime del Burgo y varios otros. Pero tras la sentencia, lo único inteligible sería que se metieran debajo de las piedras para que los españoles nos olvidáramos de todo lo que hicieron. Pero tampoco. La querella del SUP sólo es el comienzo de lo que debería pasar para devolver a este país su dignidad y su orgullo democrático. Algo así como la Ley de Memoria Histórica.
Pedro Calvo Hernando.