MADRID 10 Ene. (OTR/PRESS) -
Terminaba yo el pasado viernes escribiendo que la actitud del PP no invitaba a la esperanza de que fueran a cambiar de registro. Pues repito eso literalmente este lunes, después de la nueva entrevista en La Moncloa del presidente Zapatero con Mariano Rajoy. Este hombre ha salido del encuentro contando unas historias rigurosamente increíbles y que muy poco tienen que ver con lo que realmente le había dicho el presidente, según testimonio posterior de la vicepresidenta De la Vega.
El líder del PP se las apaña estupendamente para encontrar siempre a Zapatero como un presidente sin criterio definido, sin saber qué hacer, sin base ni fundamento. Rajoy una vez más ha salido de la Moncloa peor que entró y le ha costado más esfuerzo cambiar la realidad porque ésta es terca y machacona a raíz del atentado del 30 de diciembre. Nada de lo que el PP aseguró durante nueve meses se tiene en pie: si el Gobierno hubiera pactado con ETA o se hubiera sometido a sus designios ¿cómo la organización terrorista iba a hacer lo que hizo en Barajas?
Pero lo peor es que el dirigente de la derecha sigue tratando de decir las mismas cosas y no digamos algunos de sus medios afines. Y de aquí al sábado, se teme que mantengan la incógnita sobre su asistencia o no a la manifestación convocada por los sindicatos y las asociaciones ecuatorianas. Mantienen que ello dependerá de los eslóganes, de los comunicados que vayan a leerse, de las intenciones que crean descubrir en unos o en otros. Nada que tenga que ver con la desinteresada unidad de los demócratas frente al terrorismo. Mucho que ver con el permanente cálculo político y electoral. Dan la fea impresión de que de nuevo harán lo que juzguen que les será más favorable en esos terrenos. Con lo fácil que es integrarse sin fisuras en la unidad democrática contra la violencia.
Con todo, vuelvo a sugerir que esta vez Rajoy ha encontrado mayores dificultades para su discurso del despiste y de la simulación, porque ahora mismo los españoles pueden verlo todo con una gran claridad, sin falsas interpretaciones políticas y mediáticas.
Pedro Calvo