MADRID 2 Ene. (OTR/PRESS) -
Un rasgo de humanidad y decoro luce en la biografía de Carmen Polo, la abuela de la famosa concursante de "Mira quién baila": aquél que tuvo cuando, tomando del brazo a don Miguel de Unamuno, le salvó de ser linchado por la horda de falangistas que pugnaban por tirársele al cuello cuando, durante la celebración en la Universidad salmantina el Día de la Raza de 1936, el filósofo, escritor, rector de la Universidad y concejal del propio Ayuntamiento, replicó a las monstruosidades ("¡Viva la muerte!, ¡Mueran los intelectuales!") que acababa de proferir el demediado general Millán Astray. "Venceréis porque fuerza bruta os sobra para ello, pero no convenceréis", vino a decir don Miguel al perturbado y a los sediciosos allí presentes, y fue entonces, cuando la chusma rebelde de retaguardia se fue a por él para comunicarle algo con "la dialéctica de los puños y de las pistolas" que les era tan cara, que Carmen Polo tuvo ese gesto de amparo y moralidad que, por desgracia, no se iba a repetir a lo largo de su vida de Generalísima cuando acudían a ella, desesperadas y en busca de su intercesión, las mujeres y las madres de los leales que su marido iba a fusilar.
Hace setenta años exactamente que la señora de Meirás se comportó, en efecto, como una señora en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, hurtando al furor de los violentos la vida de una de las mayores glorias de España, aquél don Miguel que, perseguido por la Dictadura de Primo de Rivera, se había adherido inicialmente al golpe de 1936 por desavenencias personales con el gobierno de la República. Despojado tras el incidente de sus cargos de Rector y Concejal, amenazado de muerte y en arresto domiciliario, don Miguel asistió horrorizado a la matanza de sus amigos (el alcalde la ciudad, entre ellos), y tanto fue su horror, alimentado por el sentimiento de culpa que le produjo su apoyo incial a aquellos salvajes, que moriría de asco y de pena a las pocas semanas. Pues bien ; setenta años después, el PP de Salamanca ha impedido la anulación del bando que, en términos injuriosos, le condenó a la pérdida de su acta de concejal. Hasta doña Carmen voló, aquél día, a más altura.
Rafael Torres.