Actualizado 04/10/2007 02:00

Rafael Torres.- Campaña antirepublicana

MADRID 4 Oct. (OTR/PRESS) -

La actual campaña de descrédito y criminalización del republicanismo sería nefasta (por falaz e irresponsable) si no fuera, como es, tan burda. Meter en el mismo saco las manifestaciones callejeras de los independentistas catalanes, el antijuancarlismo faccioso de Jiménez Losantos, las valientes y lúcidas críticas a la Corona del senador Anasagasti, el creciente sentimiento republicano, y la desinhibición de los cada vez más numerosos ciudadanos que se rebelan contra el tabú de la Monarquía, no revela sino la alarmante fragilidad de un sistema que pretende absurdamente sobrevivir obligando a la ciudadanía al miedo, al silencio, a la autocensura, a la resignación y, en pocas palabras, a seguir comulgando con ruedas de molino.

El republicanismo que se presenta como alternativa a una monarquía mayoritariamente no deseada tras Juan Carlos I, que se va haciendo mayor el hombre, nada tiene que ver con quemas de retratos ni con el resentimiento de la ultraderecha (para quien el rey siempre fue un traidor a Franco y un rojo), sino con la necesidad de los españoles (de las Españas) de dotarse para el inmediato futuro de un sistema político racional, decente, justo y profundamente democrático que, sin exclusiones y desde los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad, procure mayor elevación y bienestar a las personas, y, en consecuencia, los máximos beneficios para la nación. Presentar a quienes tal cosa desean (volver a presentarles) como sedicentes, marginales y alborotadores, no ha de reportar sino disgustos innecesarios y el atropellamiento, innecesario también, del curso de la Historia y de sus acontecimientos.

Rafael Torres.

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