MADRID 9 Ene. (OTR/PRESS) -
Las víctimas mortales del atentado de Barajas, esos dos trabajadores ecuatorianos que dormían en el aparcamiento de la terminal aeroportuaria, sin saberlo, el principio de su sueño eterno, no pertenecen, por lo visto, a la clase de víctimas que representa la AVT del señor Alcaraz, al que el nuevo año no parece haber traído ni más mesura ni más cordura, sigue estando donde estaba: no en el oscuro y admirable trabajo de velar por las necesidades y el bienestar de quienes fueron heridos, en sus cuerpos o en los de sus allegados, por la zarpa de cualquier terrorismo, sino enfrascado en la más agreste e irresponsable actividad contra el gobierno de la nación, ese que por mandato de los españoles y de su Parlamento intentó acabar con la violencia etarra para impedir mayor generación de víctimas precisamente.
Diríase que las víctimas a las que representa Alcaráz son únicamente aquellas que comparten su ideología extremista y sus propósitos sectarios afines a los del PP, y que la voz que las reivindica no puede ser otra que la suya, trufada siempre de delirantes y gravísimas acusaciones al presidente Rodríguez Zapatero. Ese "No en mi nombre" que figura en las pancartas de sus movilizaciones callejeras aludiendo al repudio de cualquier tipo de diálogo con ETA para que abandone las armas, acabará siendo ostentado por muchos de los que de buena fe secundaron sus protestas, pero que hoy se horrorizan de la deriva de esa organización que utiliza el daño, manipulándolo, para fines electorales. Ese desprecio por la víctimas de Barajas, ese dar la espalda a lo no organizado estrictamente por Alcaráz, no puede hacerse, en puridad, en nombre de quienes deben estar fraternalmente unidos a ellas en el sentimiento y en el dolor.
Todas las víctimas del terror están representadas, amparadas y defendidas por el conjunto de la sociedad española y por sus instituciones. Lo que es señor Alcaráz representa, y cada vez más, es vaya usted a saber qué, otra cosa.
Rafael Torres.