MADRID 17 Nov. (OTR/PRESS) -
Hay puestos intermedios en la Administración de los que muchos no quieren moverse ni a tiros. Como aquellos brigadas o subtenientes míticos de los tiempos de la "mili" que evitaban escrupulosamente el ascenso para no perder la bicoca de la cocina, hay funcionarios municipales, en el Ayuntamiento de Madrid y en tantos otros, que no ambicionan promocionarse en el escalafón porque en la aparente mediocridad de sus empleos han encontrado su lugar en el mundo: el del logrero, el del truchimán, el del conseguidor.
La Fiscalía ha desmantelado en el Ayuntamiento de Madrid una trama funcionarial que consistía, en pocas palabras, en conceder cualquier licencia del cualquier cosa en un plis-plas, cuando el trámite legal, impregnado de esa lentitud exasperante de la burocracia española, podía demorarse años, y si no podía, ya se encargaban los de la trama de que pudiera. En sus manos estaba el ser o no ser de negocios, comercios, empresas, obras, reformas, y como para que la velocidad del trámite con unto suscitara el debido interés, poco hacían, estando su sus manos hacerlo, para que la velocidad del trámite sin unto sobrepasara los umbrales de la inmovilidad. Otros puestos muy tentadores, según me cuentan, son aquellos, mediocres también, que se relacionan con las compras, con las adjudicaciones, y que para algunos acaban siendo más confortables, por los detalles y las comisiones que se quedan entre las uñas, que un trono. Tales covachuelas constituyen el submundo del conseguidor, esto es, del tipejo que consigue que en España se siga manchando la política con la tiña de la corrupción.
Rafael Torres.