MADRID 21 Jun. (OTR/PRESS) -
A la directiva comunitaria que consagra la persecución y el encarcelamiento hasta por un año y medio de los trabajadores inmigrantes sin papeles, se le ha dado en llamar "la directiva de la vergüenza", pero es más y mucho peor que algo que simplemente sonroja: es el triunfo de la ultraderecha, esto es, del neofascismo, en el seno de una Unión Europea que así desvela su fragilidad política y las consecuencias de su tradicionalmente paupérrimo contenido social.
Encarcelar a una persona sin que haya cometido delito alguno y sin que, por consiguiente, exista sentencia judicial en su contra, no sólo conculca los derechos humanos más básicos (a la libre circulación, al establecimiento, a la libertad, a un juicio justo, a la defensa...), sino que semejante atropello salpica a toda la ciudadanía europea, que ha elegido libremente a los políticos que, tan ayunos de talento como sobrados de soberbia y de codicia, le han dado rango de ley.
Ahora bien; si de Berlusconi, de Sarkozy y de la derecha más rancia europea cabía esperar una cosa así, la adhesión del gobierno español de Rodríguez Zapatero a esa directiva contraria a todo derecho ha ofenido y consternado a los españoles progresistas tanto em su condición de progresistas como de españoles. Se sabe que había en la UE un dineral para repatriaciones bloqueado, a expensas de que se aprobara la directiva infame, pero ese móvil añadido, el de la codicia, no mejora la percepción sobre la conducta de los eurodiputados del PSOE (salvo Borrell y algún otro), sino que la empeora.
Si les Estados de Europa no quieren fugitivos del hambre vagabundeando por sus calles, que contribuyan de veras al desarrollo de los países míseros, o que, sin no hay más remedio, los repatrien automáticamente, pero que no conviertan Europa en un Guantánamo.
Rafael Torres.