MADRID 6 Mar. (OTR/PRESS) -
Un periodista, y con mayor motivo si se dedica al género de opinión, no sólo puede tener ideas políticas e inclinaciones partidarias, sino que debe tenerlas, pues de esas ideas y de esas inclinaciones nace la opinión que ofrece al público para excitarle a la reflexión. Sin embargo, es indispensable que el periodista se haga acompañar siempre, en su conciencia, de un auxiliar insustituible para mantener el decoro de su profesión: el pudor. El mismo que hace que el torero, muerto de miedo al ver como emergen dos navajas afiladas del toril, no salga corriendo. Sin ese pudor, sin ese fino sentido que le obliga a discernir entre la realidad y su opinión sobre ella, el periodista, particularmente el forzado por la televisión a situarse sin matices, incluso físicamente, a la derecha o a la izquierda representadas por el PP y el PSOE, se convierte en un sectario, en un sicario, en un mercenario a sueldo (directa o indirectamente) de un partido político. Entonces mentirá a sabiendas, no por despiste o error, falsificará datos y hechos, y, con ello, no sólo se hará indigno de su bella profesión, sino que despojará a ésta de toda belleza.
Se debe ser muy amigo de los amigos, pero un periodista debe serlo más de la verdad, pero esa inclinación, esa vocación, se tiene o no se tiene, y la mayoría de los que andan hoy haciendo campaña descarada por un partido u otro son capaces de estar analizando la actualidad política, no la tienen. Es verdad que el asunto les trasciende, que reside en las alturas de la relación (demasiado inquietante y estrecha) entre prensa y poder, pero no lo es menos que si ningún ser humano puede vivir sin dignidad, o al menos llevar una vida que merezca ese nombre, el periodista, menos. La campaña electoral debe ser cosa de los políticos, y de los periodistas, contarla, pero hoy muchos de éstos, con la pegatina del PSOE o del PP en la frente (hay más con la del PP, por cierto), denigran su oficio y engañan a la comunidad actuando como legionarios en vanguardia de los primeros. Como con el bipartidismo a la fuerza, también la democracia se resiente con eso.
Rafael Torres.