MADRID 3 Mar. (OTR/PRESS) -
Diríase que Mariano Rajoy pretende dejar chicas las hazañas de Lopera y del Nido: no parece dispuesto a dejar de calentar la atmósfera política hasta que ocurra una desgracia, si bien cuando ocurra culpará de ello, con el cinismo que le caracteriza, al Presidente del Gobierno, a quien sus correligionarios hacen vudú todos los días mientras le llaman de todo meno bonito. Si existiera en política el Comité Antiviolencia, bien que más eficaz y diligente que el que actúa en el deporte, ese hombre arrastrado por la ultraderecha (o por el ultraderechista que lleva dentro) sería amonestado severamente por excitar a su excitable parroquia hasta el punto de no ser del todo imprevisible que termine cometiendo algún desafuero o alguna tropelía.
Llamar al Presidente del Gobierno elegido mayoritariamente por los españoles las cosas que le llaman los partidarios del Eje (Rajoy, Acebes, Zaplana), esto es, cobarde, traidor, villano, sinvergüenza y terrorista, ya tiene delito, pero que el jefe de la grosera y vociferante grey no solo no censure esos excesos, sino que los justifique y legitime en su discurso político, que tras la excarcelación del etarra De Juan Chaos, llama poco menos que a la sublevación contra el Gobierno, no solo tiene delito sino que debería tener su correspondiente y masivo reproche social. Esa gente que monta incendios para darse el gusto de ofrecerse a apagarlos no es que juegue con fuego dado el temperamento rústico y visceral de algunos, sino que lo prende a conciencia desde todos los focos que se le ocurren.
Si Lopera y del Nido deberían ser inhabilitados por dirigir sociedades deportivas, pues nada de deportivo y de gentleman hay en ellos, Rajoy parece pedir a gritos que la ciudadanía demócrata y pacífica le inhabilite por pirómano, como bombero. Este salvador de la patria que con tal de salvarla parece decidido a hundirla haría bien tomándose una tila antes de que algún sugestionable decida, oyéndole, pegarle un botellazo a Juande Ramos.
Rafael Torres.