Actualizado 13/11/2007 01:00

Ramón Pi.- Desde la libertad.- Lo de la cumbre

MADRID 13 Nov. (OTR/PRESS) -

El Rey, en la cumbre de Santiago de Chile, hizo lo que tenía que haber hecho Michelle Bachelet y no hizo porque no se atrevió: cortar la palabra a Hugo Chávez cuando estaba hablando el presidente del Gobierno español.

En Santiago de Chile, el Rey hizo lo que tenía que haber hecho Rodríguez Zapatero y no hizo porque tampoco se atrevió: reclamar su derecho al uso pacífico de la palabra, aunque fuera interrumpido por su amigo preferente Hugo Chávez.

Todo eso, al margen de lo que dijese o dejase de decir Hugo Chávez.

Veamos ahora lo que dijo Chávez, y si merecía alguna respuesta o no: Chávez, esa lumbrera esperpéntica que está organizando el sistema político venezolano para que le permita legalmente practicar el despotismo con carácter indefinido, llamó fascista reiteradamente a José María Aznar. La intención descalificadora era evidente, y no sólo hacia Aznar, sino hacia España, como se pudo comprobar en la intervención posterior de ese otro faro luminoso llamado Daniel Ortega, el stalinista que hundió a Nicaragua en la miseria, y que ahora se permite dar también lecciones de democracia.

Mi opinión al respecto es que esas intervenciones sí que merecían contestación. Pero no, desde luego, la que intentó dar Rodríguez Zapatero, cuyo único argumento fue la majadería de decir que Aznar fue elegido por el pueblo español, como si eso fuese aval suficiente de democracia. Hitler también fue elegido por el pueblo alemán, y lo mismo Chávez por el pueblo venezolano, si se me apura. Las elecciones libres son condición necesaria de toda democracia, pero no suficiente.

La respuesta que merecía la intervención de Chávez, en mi opinión, era precisamente recordarle que Aznar es un demócrata, porque la democracia es el control del poder, y que los fascistas y demás antidemócratas se caracterizan justamente por entorpecer, o eliminar si pueden, los controles del poder.

Pero ya comprendo que pedir a Rodríguez Zapatero que dijera eso es demasiado pedir, y más aún en la cara de Hugo Chávez, ese fascista (en sentido lato, de déspota alérgico a la democracia) al que tanto quiere, él sabrá por qué.

Ramón Pi.

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