Actualizado 07/09/2007 02:00

Ramón Pi.- Desde la libertad.- Pavarotti

MADRID 7 Sep. (OTR/PRESS) -

Ha muerto Luciano Pavarotti, uno de los mejores tenores líricos del mundo, y probablemente de todos los tiempos. Su maravillosa voz de timbre luminoso e inconfundible nos queda, sin embargo, gracias a la técnica que ya es capaz de almacenar y reproducir el sonido con casi absoluta fidelidad. Pero se ha acabado para siempre la emoción de verlo y oírlo cantar en directo; esta experiencia, por la que tantos han pagado tanto dinero a pesar de tenerlo en los discos, ya nadie la podrá vivir nunca más.

Si se mira un poco más lejos de la evidencia inmediata, vemos que hechos como la muerte de una persona excelente en lo que hacía -y Pavarotti lo fue en altísimo grado- constituyen un mentís clamoroso a esa mentalidad, tan zapatérica, de los posmodernos que nos quieren vender la idea de que todo vale lo mismo porque todo es relativo, ya que no existen puntos de referencia objetivos. Es la mentalidad de permitir pasar de curso con un montón de suspensos, incluso de la supresión de la palabra "suspenso", para que todos sean iguales. Beethoven sería culturalmente equivalente a un pastor de cabras tibetano tocando una flauta con un solo agujero, Pavarotti sería equivalente a Ramoncín: nada es mejor ni peor, sino que son cosas distintas, pero equivalentes.

Pues resulta que no. Se muere Pavarotti, y no hay que dar explicaciones. No es lo mismo. Hay mejor y peor, hay verdad y mentira, hay belleza y fealdad, hay bien y hay mal. No vale todo. Pavarotti ha muerto, lo hemos perdido, y no nos consuelan los discos lo bastante, porque, efectivamente, no es lo mismo.

Ramón Pi

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