Actualizado 25/06/2010 14:00

Rosa Villacastín.- Pan, amor y fútbol.

MADRID 25 Jun. (OTR/PRESS) -

Desde hace 2100 años, una de las frases favoritas de los comentaristas es la de "panem et circenses". Dicen que la creó el poeta satírico Juvenal y tiene su traducción favorita en "pan y fútbol" a día de hoy en que el balompié ha sustituido al circo. Cuando llegan los grandes juegos sean olimpiadas, bodas reales o campeonatos de fútbol resumimos la situación con la sátira favorita: nos engañan con el fútbol.

Pues bien, no estoy en absoluto de acuerdo con quienes así piensan. Confieso que todavía apenas he visto unos minutos del Mundial de Sudáfrica. Me ha interesado el follón de Francia y sigo, con cierto disimulo, el acoso a Sara Carbonero, la periodista de Tele5 emparejada con Iker Casillas, mi ídolo quizás porque procede de un pueblecito de Avila muy cerca del mío, Navalsauz, en las estribaciones de Gredos (por cierto, como Sonsoles Espinosa, la esposa de Rodríguez Zapatero). Pero el fútbol está muy presente en mi vida cotidiana porque no hay día sin fútbol en mi casa... "¿otra vez fútbol?" es mi estribillo ineludible cuando llego al hogar convertido en estadio permanente.

Han pasado muchos siglos desde Juvenal y la gente no es tonta. Nos ha costado interiorizar la crisis económica que se inició hace dos veranos y, ahora, tarde y mal nos estamos apretando el cinturón en medio de un rosario de medidas económicas que la más suave de todas va a hacer que seamos bastante más pobres (y a los ricos más ricos como van demostrando las estadísticas).

En esa situación, la gente se casa menos, se divorcia menos, tiene menos hijos y ahorra más. Por si acaso. Pero ¿es criticable que intente divertirse con un deporte que no tiene fronteras y que es entendible por cualquier ciudadano del mundo? Creo que no. Me contaba hace poco Ainhoa, una cooperante voluntaria que se encuentra trabajando en el banco de microcréditos Grameen en Bangla Desh, que unos campesinos airados habían cortado una carretera local... porque los continuos cortes de electricidad que se producen en la paupérrima zona les impedían ver los partidos del Mundial sudafricano.

Es cierto que llegará pronto el momento en que todos los días habrá programado un campeonato de lo que sea que concitará la atención de todo el mundo y que retornarán a nuestras televisiones las audiencias millonarias. Pero no despreciemos el hecho en sí, porque en un mundo tan globalizado esos campesinos de Bangla Desh que viven con menos de medio euro al día también tienen derecho a divertirse como los ciudadanos de aquella Roma decadente.

Somos ya mayorcitos y no nos dejamos engañar fácilmente. Y quien habla de fútbol también puede hablar de bodas reales. Acabamos de ser testigos del enlace de Victoria, la hija de los Reyes de Suecia y hemos asistido impertérritos y entretenidos como tantas otras veces a una boda real casi de ensueño. La diferencia es que en esta ocasión los medios de comunicación han llamado la atención por el uso de los medios de transporte de nuestra Casa Real española que para el viaje de vuelta trató de evitar la polémica tomando la decisión correcta: todos en un único avión y no en tres aparatos distintos como a la ida.

Ahora toca apretarse el cinturón, todos no sólo unos pocos, por eso se echa de menos que nuestros jugadores de la Roja, si ganan esa prima de casi cien millones de pesetas, dediquen una buena parte a organizaciones benéficas. Me consta que algunos se lo están pensando, aunque bien cierto es que el Evangelio ya habla de que "tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda" y no es obligatorio que nos digan qué van a hacer con ese dinero. Lo importante es que se dejen la piel por conseguirlo y que nos hagan más llevadera esta situación de crisis insondable.

Últimas noticias sobre estos temas

Contenido patrocinado

Foto del autor

Francisco Muro de Iscar

Váyase ya, señor Sánchez

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Con la Iglesia has topado, amigo Sánchez

Foto del autor

Victoria Lafora

¡Qué vergüenza!

Foto del autor

Carmen Tomás

Ellos se forraban y tú pagabas