MADRID 4 Feb. (OTR/PRESS) -
Uno no sabe nunca donde lo encontrará la muerte. Pero a partir de la edad de la razón si sabe como no le gustaría morir, cual es el tope que, a su dignidad, no le gustaría superar o el grado de dolor por el que no merece la pena transitar para permanecer unos días, o unos meses más aquí.
Por eso, aunque ha pasado inadvertida, es importante la decisión que tomó el viernes el Consejo de Ministros de crear el Registro Nacional de Instrucciones Previas. En ese enorme fichero informático cualquier español mayor de edad podrá dejar constancia de que cuidados quiere recibir al final de su vida y que quiere que hagan con su cuerpo cuando muera. Este registro va a permitir que la voluntad de un ser humano sea respetada por familiares y facultativos allí donde le espere la muerte, que no tiene por que ser en su casa o en su provincia. Sólo con acceder a este Registro los médicos sabrán y aplicarán los cuidados paliativos que el enfermo, cuando estaba consciente, dejó por escrito que deseaba.
Para los médicos ésta va a ser, sin duda, un arma que les permitirá enfrentarse a esos familiares que, posiblemente llevados por el afecto, se resisten a perder a un ser querido y propician un encarnizamiento terapéutico que el enfermo nunca hubiera querido. Ahora con entrar a un ordenador y consultar su Testamento Vital, recogido en el Registro, no habrá excusas para alegar desconocimiento.
Otro aspecto positivo puede ser el incremento en las donaciones de órganos por que eximirá a la familia de tomar una decisión, en el momento de máximo dolor por la perdida y cuando los sentimientos están para pocas solidaridades. Respetando la decisión del finado no hará falta enfrentar a los suyos a dilema alguno.
Porque es admirable y llamativo que este país, con una tradición de culto a la muerte muy mediterránea, sea uno de los primeros del mundo en número de donaciones de órganos para trasplantes. Que seamos capaces de ser los más generosos en unos momentos de máximo dolor dice mucho de todos nosotros como pueblo. Es obligación de la administración pública el ayudar a la ciudadanía a recorrer ese trance facilitando el conocimiento del Testamento Vital sin más burocracias.
Es verdad que existe una Ley del año 2002 que regula los derechos del paciente y entre ellos la privacidad, la intimidad, la dignidad y la capacidad de 'decisión libre' pero la falta de unidades de cuidados paliativos y el miedo de los médicos a ser acusados de aplicar sedaciones excesivas lleva a muchos seres humanos a morir como no quisieron ni imaginaron nunca. Y ese es el último e inviolable derecho de cualquiera.
Victoria Lafora